Un hombre solo y enfermo en un departamento de planta baja en Córdoba, que convive con sus siete perros, su entrañable compañía marca sus días, limpiar lo que ensucian, darles de comer, pasearlos y someterse a sesiones de diálisis. De este protagonista sabemos muy poco, viudo de una profesora de historia, con una hija lejos con la que habla por zoom, y el trato con su manada compuesta por pichichos de todos los colores. La situación límite lo acorrala cuando el consorcio le da un plazo de treinta días para deshacerse de sus perros, en una conciliación obligatoria. Recibe también otras agresiones, como inmundicias que le tiran a su patio o embadurnan la manija de su puerta. Luis Machin, muy bien dirigido por Rodrigo Guerrero en su cuarto film (“El invierno de los raros”, “El tercero” y “Venezia”) compone a un entrañable solitario que parece perdido en un mundo indiferente. Pero en el guión de Paula Lussi todavía queda un resquicio para pensar que el mejor amigo de un hombre puede ser también otro humano. El director no deja de lado escenas crudas y diálogos cortos pero significativos, pero construye con sensibilidad ese mundo casi marginal con un brillo solidario. Los perritos son todo un descubrimiento.