El relato es solo visual, se ve interrumpido por el sonido ambiente y una voz en off que va relatando la crónica de Haroldo Conti. Pero solo con eso (que no es poco), Silencio en la Ribera tiene el poder necesario para transmitir sensaciones y sentimientos
Tras los pasos de Haroldo Conti, se pone en imágenes la última crónica del autor que supo hacer de la ribera, el agua, y sus habitantes, un espacio ideal para la reflexión.
Un mes antes de su desaparición, producida en los inicios de la última dictadura militar en Argentina, Haroldo Conti publicó una crónica en la revista Crisis sobre la isla Paulino de Berisso. En esa misma época, el joven estudiante Roberto Cuervo preparaba un documental sobre este autor nacido en Chacabuco que fue parte de una generación de grandes escritores integrada, entre otros, por Rodolfo Walsh, Antonio Di Benedetto, Héctor Tizón y Juan José Saer. Luego del secuestro de Conti, Cuervo debió abandonar ese trabajo, que era su tesis de grado para la carrera de cine de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y falleció en 1979.
"Silencio en la ribera": el fantasma de Haroldo Conti La película utiliza como uno de sus elementos fundantes un texto de Conti sobre la isla Paulino publicado en la revista "Crisis" en abril de 1976, pocas semanas antes de su secuestro y desaparición a manos de los militares. La figura de Haroldo Conti es rectora en la opera prima de Igor Galuk. Sin embargo, no se trata, ni por lejos, de un simple documental hagiográfico sobre su vida y obra. Largometraje de varias capas, proteico y diverso en los materiales y formas que lo integran, Silencio en la ribera utiliza como uno de sus elementos fundantes un texto de Conti sobre la isla Paulino publicado en la revista Crisis en abril de 1976, pocas semanas antes de su secuestro y desaparición a manos de los militares. El escritor vivió en la isla, acodada sobre Berisso y abierta al Río de la Plata, durante algunos días y el resultado de esa experiencia, una crónica a mitad de camino entre lo periodístico y lo poético, como un aguafuerte isleño, acompaña gracias a la voz en off las imágenes registradas en el presente por Galuk, más otras tomadas hace cinco décadas por otro cineasta, Roberto Cuervo, integrante de la mítica Escuela de Cine de La Plata. Ese documental inconcluso del pasado, las tomas actuales y las palabras de Conti, que hablan de un presente estancado y un pasado sino glorioso al menos orgulloso, antes de la gran inundación de 1940 y el comienzo del desbande de sus habitantes, construyen un objeto documental consecuente con sus ideas formales y éticas. No se trata de adornar la vida en los márgenes y hacer de ellas algo pintoresco; tampoco convertirlas en blanco de la piedad del espectador. Por el contrario, y más allá del juego constante con lo poético –el film está dividido en cuatro capítulos, uno para cada estación del año, más un epílogo–, Silencio en la ribera termina resultando curiosamente objetiva. Galuk utiliza el recurso de la cámara lenta en un par de instancias, quizás el único desliz hacia el terreno de la estetización un tanto superficial, pero en gran medida apunta el lente de la cámara hacia sus sujetos con rigor y cariño. La pesca de bagres con salida al río ayudada por la fuerza de un caballo, la recolección de cañas para la manufactura de artesanías (y la maldita costumbre de la quema), la técnica semi patera del vino de la zona, “reputado por los catadores de escasa calidad, aunque sin embargo, para nosotros, los de las islas, es el vino de la memoria, el vino del río”, en palabras de Conti. De pronto, la imagen de un imponente navío que recorre el estrecho canal le recuerda al espectador que Paulino no es un islote perdido en medio del océano sino un paraje cercano a las urbes, un paso portuario de barcos de gran calibre. Desde el pasado, en estricto blanco y negro, llegan las imágenes de Cuervo y las de otro documental filmado a mediados de los años 60, tan similares a las actuales que permiten la comparación directa, sin filtros. A veces Conti aparece en cuadro tomando mate, tecleando en su máquina de escribir, solo o en compañía de su compañera Marta Scavac. Fantasmas de la isla, siempre la isla, con sus casas de madera y techos de zinc, tan antiguos hoy como cuando los describió el escritor.
Valioso largometraje documental que recupera la última crónica de Haroldo Conti, acerca de la Isla Paulino de Berisso, locación que visitara en diciembre del ’75. No hay mapa en donde conste su existencia, pero Haroldo se propone a descifrar su esencia. Hallará en su razón de ser una quejumbrosa historia de lugares y personas. El texto, titulado “Tristezas del vino de la costa (o la parva muerte de la isla paulino)”, fue publicado en abril del ‘76, un mes antes de su secuestro y desaparición de quien fuera considerado uno de los escritores más destacados de su generación. El director Igor Galuk recupera material fílmico rodado en aquella época: un documental inconcluso de Roberto Cuervo, amigo personal de Haroldo, cineasta aspirante y autor del inacabo documental “Retrato Humano a Haroldo Conti” (tesis de grado para la Escuela de Cinematografía, filmado en 1975), así como también el cortometraje de pescadores “Hombres del Río”, restaurados por la Escuela de Cine de La Plata. Resulta imperiosa, a tales fines, la labor del colectivo “Movimiento Audiovisual Platense”, quienes, junto al realizador nativo de Berisso, confluyen en cinco años de trabajo con la intención de refrendar la principal motivación de Haroldo: plasmar el desolado ritmo de vida de un entorno geográfico que pareciera detenido en el tiempo. La muerte pisa los talones, todos podemos desaparecer de un momento a otro. Con un anotador y un grabador, más a siniestra que a diestra, tal como se apunta, el escritor toma nota. Observa la piel curtida de aquel que desmaleza al sol. Manos agrietadas de seres olvidados son rasgos inconfundibles de aquellos que no conocen otra rutina. Los rostros se parecen unos a otros; en total no superan los ciento ochenta habitantes. Cuatro estaciones vertebran los tiempos del relato. La isla es un refugio del tiempo y las coordenadas cronológicas nos detienen en un hito insoslayable: la negra fecha del 15 de abril del ’40. A la memoria sumergida; un periodista acude a su rescate. La sensación es semejante a la de aquel que tantea un cuerpo en la oscuridad. Esta, como tantas otras, es una historia de despojo. La pregunta que se les formula a los lugareños es la siguiente: ¿qué esperar de la vida? La cara de tristeza de un noble caballo imita a la de su dueño y lo dice todo. Resignación de sombras dolientes que se confunden en el presente, demandando mínimas condiciones de vida. No hay resquicio para más ambición aquí. La tierra les pertenece por entero: desde el techo de chapa que los cobija al lote de fantasmas que deambulan. Pero, por alguna extraña razón, la historia parece haberlos olvidado. Próxima a estrenarse en los Espacio INCAA de la ciudad de La Plata, “Silencio en la Ribera” sigue la fundamental huella de una figura preponderante de nuestro periodismo y literatura, trazando un marco histórico-geográfico-cultural de indispensable revisión y puesta en presente.
Silencio en la ribera se presenta como un ensayo documental sobre la última crónica del escritor argentino Haroldo Conti, publicada en abril de 1976, un mes antes de su secuestro y desaparición, durante la dictadura militar. La película revive la crónica sobre la isla Paulino de Berisso y recupera material fílmico, estableciendo un vínculo con el presente del lugar. El interés del personaje en sí mismo se diluye en la pretensión de una película que explora el uso excesivo e intrascendente de planos largos describiendo actividades fascinantes exclusivamente para el consumo de documentales festivaleros. Haroldo Conti tal vez merecía un documental menos soporífero y las imágenes documentales rescatadas por el realizador de Silencio en la ribera demuestran a las claras que Roberto Cuervo, quién las filmó en aquellos años, buscaba algo más interesante que lo que terminó siendo esta película que emula a realizadores extremos como Lisandro Alonso, pero no en su esplendor sino en sus peores títulos.