Un caso poco conocido Lejos del tono épico, permite a los protagonistas contar una historia de mutación interna, la de romper el silencio en pos de la verdad. De factura convencional, Silencio roto: 16 nikkeis, el documental de Pablo Moyano, aborda puertas adentro la historia escasamente conocida de los 16 desaparecidos japoneses durante la última dictadura cívico militar. De manual, recupera primero la formación de la comunidad japonesa en la Argentina, su cultura y costumbres. Cómo y por qué vinieron los japoneses que emigraron aquí, casi todos con la idea de volver. Hasta la derrota japonesa en la guerra. Entonces se quedaron. Cuentan que en aquel momento, eran una curiosidad aquí. “El ser nikkei es una marca indeleble que se ve en la cara”, explican. Y también se definen, en la mayoría de los casos, como poco expresivos, introvertidos, fatalistas. Pero cuando hablan de los desaparecidos resulta evidente que ellos no lo son, fueron otra clase de japoneses, los que asumieron un papel de militancia política en la Argentina, su país. “Soy japonesa o argentina según me convenga, muy cómoda”, dice una de las entrevistadas. Y en ese contraste, se explica el eje de esta historia, un relato poco efectista pero honesto. Esas costumbres que primero narran los protagonistas, ese choque cultural, se evidencia en el silencio increíble que mantuvieron frente a la desaparición de los suyos. “Para muchos de la colectividad era una deshonra, una vergüenza que hubieran sido detenidos”, cuentan. Hablan de una estructura familiar, de una cultura de resignación, y de sumisión a la autoridad, aunque fuesen militares asesinos. Silencio roto es una historia de compromiso militante, de barbarie, pero sobre todo de la mutación de la idiosincrasia japonesa vernácula. Que superó el camino de hermetismo y de la connivencia política de su embajada con la valentía de algunos familiares. Pisaron marchas de la resistencia, cruzaron pañuelos con ojos razgados, rompieron un yugo cultural. ¿Quiénes eran, qué pasó con sus desaparecidos? Para saber, reivindicar y recuperar la paz que da romper el silencio.
Silencio incómodo Silencio roto, 16 Nikkeis (2014) es el título del documental que pone el foco sobre los 16 desaparecidos descendientes de japoneses durante la última dictadura militar. Su director, Pablo Moyano lleva adelante la narración a través de entrevistas que no sólo revelan la lucha política sino el hermetismo de una cultura tan ajena a la nuestra. Durante el siglo XIX y gran parte del XX nuestro país tuvo una inmigración sin precedentes. Son conocidas por todos las imágenes de los barcos acercándose al puerto de Buenos Aires con personas que buscaban un futuro mejor para ellos y para sus hijos. La comunidad japonesa fue parte de esta inmigración pero por ser menor, en comparación a la española o italiana, decidieron mantenerse juntos y relacionarse con el resto de los habitantes sólo a través del trabajo. En este contexto, sus hijos nacidos en nuestro país comenzaron trabar vínculos con otros y pronto tomaron conciencia de los cambios que se estaban produciendo. El director Pablo Moyano reconstruye a través de los familiares la lucha de estos 16 estudiantes que fueron arrestados y desaparecidos por el gobierno de facto. El director y su equipo tuvieron la difícil tarea de romper esa barrera cultural y el hermetismo que rodeaba dicha comunidad que durante más de veinte años se mantuvo en silencio. Los hermanos de las víctimas fueron los primeros en hacer oír su reclamo y son ellos los que a través de sus testimonios reconstruyen el recuerdo de sus parientes y la clave de ese silencio. Silencio roto, 16 Nikkeis no es sólo un documental sobre los desaparecidos nikkeis sino sobre una cultura que no sabía lo que pasaba y que cuyos miembros tuvieron vergüenza de que sus hijos fueran arrestados por haber hecho algo supuestamente ilegal. La deshonra que esto suponía los llevó a que se mantuvieran en silencio hasta que las generaciones más jóvenes comprendieron qué era lo que estaba sucediendo. En el documental no hay ninguna voz en off que nos guíe y cuente lo que ya sabemos todos sobre el proceso más nefasto que vivió nuestro país. Pablo Moyano va a lo particular y descifra a una comunidad que se vio sumergida en algo que escapaba a su entendimiento. Gracias a él podemos comprender a la comunidad japonesa y su lucha que cada 24 de marzo se renueva.
Buen documental sobre un duelo postergado Este documental se llama "Silencio roto. 16 nikkeis". Nikkei, o nisei, es el descendiente de japoneses nacido en otra tierra pero aún ligado al mandato y las costumbres de los ancestros. Dieciséis es el número de niseis "desaparecidos", durante el pasado régimen militar. No es necesario explicar a qué se llama "desaparecido" entre nosotros. Silencio roto, es algo que la comunidad japonesa logró recién hace pocos años. La película explica esto. Para ello va hilvanando la historia de tres familias de inmigrantes. Los primeros que llegaron, la contracción al trabajo y el respeto a los mayores. Se crece "mirando la espalda del padre", sobre cuyos hombros ejemplares pesa el mantenimiento y el honor de la familia. Eso lo aprenden desde niños, y así lo explican los entrevistados, que desde niños aportaron al negocio de la familia trabajando junto a los mayores. Promediando la historia, surgen, sin embargo, tres figuras distintas a las otras. Corrían los años 70. Uno se hizo montonero. Otro, marxista. Y una jovencita llegó a presidir un centro de estudiantes secundarios. Sus hermanos, y la hija del primero, cuentan quiénes eran esos tres, que en el arco parecen representar a todos los 16, cómo se enteraron los padres, que debieron sufrir allanamientos y en algún caso también tortura, cómo trataron de buscarlos con toda discreción, al tiempo que afrontaban la vergüenza. Ellos no les habían enseñado a ponerse en contra del gobierno cuyo país los cobijaba, ni habían previsto la humillación de ver cómo la autoridad se los llevaba presos. Sólo cuando otra autoridad consideró de otro modo a sus hijos, algo empezó a cambiar dentro de la comunidad, y de las familias afectadas. Nuevas generaciones se movieron de un modo distinto y comprometieron un poco a la Embajada. Entre todas, empieza a elaborarse el duelo y el reclamo. Una madre, sin embargo, todavía no pone la foto de su hijo en el altar familiar. Todavía se niega a aceptar que haya muerto. El asunto es interesante, aunque se alarga y reitera un poco, lo que impide la emoción. Director, Pablo Moyano, sobre idea de la productora televisiva Karina Graziano y guión de Ignacio Montes de Oca. Buena, combinando dos culturas, la música de Silvia Iriondo.
Cinco años le costó producir "Silencio roto" a Pablo Moyano. Y al ver el documental, nos damos cuenta de que fue una ardua tarea. No sólo el trabajo de búsqueda y recopilación de la información debe haberse llevado ese tiempo, hay aquí una construcción de mirada, que sorprende, porque aprende a mirar, con otros ojos. En una época donde proliferan los documentales que ponen la mirada en los tremendos años de esa dictadura que nos dejó 30 mil desaparecidos, este dedica su investigación al destino de 16 "nikkeis" (miembros de la comunidad japonesa de primera descendencia aquí), que dejaron de estar físicamente. Nacieron aquí, se criaron en familias respetando la tradición de su cultura y se relacionaron con lo que Argentina estaba viviendo en esos años. Y militaron. Se comprometieron con sus ideales. Con sus amigos. Con sus compañeros de trabajo. Diseminados en distintos lados, estos 16 protagonistas dejaron su marca en una comunidad local que los recuerda con afecto y extrañeza. El recorrido por sus historias despierta sensaciones encontradas: parece el mismo dolor que el de las familias que ya conocemos aunque tiene un cariz distinto. Su idiosincracia genera (al menos eso se siente) una toma de conciencia compleja. Será que en la cultura japonesa la palabra tiene un valor distinto (de gran importancia) que para nosotros... Lo rico de este trabajo de Moyano es adentrarse en una búsqueda plagada de silencios. En una tarea para romper ese manto de silencio sobre las desapariciones de los miembros de esta comunidad. Sí, eran japonenes para la Argentina, y argentinos para Japón pero... Tuvieron el mismo destino que sus coterráneos, al luchar por sus ideales. El documental transita estos espacios con una cadencia propia de la comunidad que observa. Hay en él sutiles notas que enmarcan los relatos y los vuelven retratos vivos de estos nikkies que decidieron confrontar al poder asesino y organizarse para la resistencia. Un doc que cambia silencios por palabras y aporta a la construcción de una memoria colectiva donde todos los sectores deben estar representados.