Un policial claramente inconformista
El film plantea en un espacio de tensión in crescendo y la necesidad de reflexionar sobre toda forma de violencia. A partir de declaraciones, testigos, incertidumbres y sospechas, el espectador va participando de un desplazamiento de puntos de vista.
En su ópera prima, tras haber trabajado como asistente de dirección en algunos films de Marcelo Piñeyro, Miguel Cohan, cuyo guión fue escrito junto a su hermana, nos ofrece un auténtico "policial negro", de esos que saludan a tantas obras de la historia del cine, que coloca a sus personajes en ambientes opresivos y en los que las sombras pueblan la pantalla, sean estas de manera literal o metafórica. En "Sin retorno" ya desde el título se nos ubica en un entramado juego de acciones que se van enmascarando continuamente, a partir de una coartada.
En una Argentina en la que a diario escuchamos y vemos noticias sobre hechos que no se adjudica nadie, sean individuos o bien instituciones; en un país en el que en nombre de jerarquías se hace abuso de autoridad; en este país en los que tantos, justamente, siguen apelando porque afortunadamente siguen creyendo en la justicia, los ecos de un film como "Sin retorno" se prolongan, continúan, más allá del final. Aún sin haber planteado la trama, puedo destacar el carácter de apelación y de interrogante que el film, contra todo conformismo, mantiene a lo largo de su narración.
Ajeno a las fórmulas que caracterizan films como la multipremiada "El secreto de sus ojos", ya comentada en varias oportunidades, que terminan por legitimar un acto de secuestro, privación de libertad y tortura por parte de su personaje central, con quien el público tiende una sospechosa empatía a cargo del actor fetiche Ricardo Darìn; lejos de todo esto, "Sin retorno" plantea en un espacio de tensión in crescendo, la necesidad de reflexionar sobre toda forma de violencia.
En su primera secuencia, "Sin retorno" va, presentando una serie de líneas que pronto se cruzarán en una trágica situación. A partir de declaraciones, testigos, incertidumbres y sospechas, el espectador va participando de un pausado desplazamiento de puntos de vista. El film nos lleva a escuchar las diferentes voces que están allí, en esa trama imbricada de ardides, de declaraciones falsas, de complicidades. "Sin retorno" va más allá de un caso particular, se interna en el laberinto mismo de la institución social. En esta dirección pensemos en el último film del tan cuestionado y perseguido, igualmente amenazado, autor de "El Rati Horror Show", Enrique Piñeyro, quien nos ha acercado un film escalofriante, no aceptado por el gran público. Film de denuncia, el film de Piñeyro; de alegatos. Film necesario.
Lo que el espectador ya conoce de antemano es la posibilidad en "Sin retorno" de que se abran otras compuertas que llevan a colocar a un hombre al bordo del abismo y de la degradación. El film de Miguel Cohan, que se sostiene en un ritmo aquilatado, cuenta con las notables actuaciones, en primer término, de Leonardo Sbaraglia, Luis Machín y un joven Martín Slipak. Coproducción, y en tanto tal, encontramos no sólo el nombre de algunos técnicos españoles, al igual que del mismo productor, sino además la presencia de figuras actorales.
Federico Luppi, de reconocible e identificable presencia en los policiales negros de Adolfo Aristarain, tales como "Tiempo de revancha" y "Ultimos días de la víctima", este último sobre libro de José Pablo Feinmann, representa en el film al padre la víctima, quien ahora ante la irrupción del fatalismo y de la tragedia, comienza a preguntarse.
Es evidente que en un film como "Sin retorno" evidencia la lección de los grandes maestros del género, tales como Alfred Hitchcock, Robert Siodmak, Fritz Lang, Otto Preminger, entre otros. Y ciertamente, del mismo Aristarain. Una lección bien aprendida sobre la manera de involucrar al espectador, de mantenerlo en tensión, de abrir un espacio en el que se colocan puntos suspensivos.
No hay en el film concesiones a finales felices, ni resueltos. Como otras tantas historias de vida que se representan en el cine y que no apuntan a tranquilizar de manera simplificada al público, "Sin retorno" vuelve a colocar el tan temido tema de la "justicia por mano propia" con las cartas y el arma sobre la mesa.
Uno de los rasgos más relevantes del "cine negro" es que sus personajes no son lineales, ni de una única forma, de esos que terminan por poder etiquetarse en ese pendular dicotómico entre el bien y el mal. Al hablar de accidente callejero, son varias las figuras que comienzan a entrar en juego. Basta con leer las noticias policiales o bien recordar algún caso. La cadena de asociaciones se multiplica, por informaciones, por ese "yo ví eso aquella noche", por un "Sí, ese este, no cabe duda", y así podríamos seguir. Son varias las fojas que se inician como declaraciones, son numerosas las actas que se completan.
En ese móvil que debería apuntar, en principio, a esclarecer un hecho y reconocer responsables, a veces, en algunas oportunidades, comienzan a emerger otros intereses que "Sin retorno" se atreve a desenmascarar.
Pareciera que ese hecho trágico, que se ha cobrado una vida, aparece para algunos, y se manifiesta como tal, como una nueva y lucrativa oportunidad para no asumir un hecho o bien para obtener dividendos. Sobre la sombras de sospechas que se proyectan, aquí, "Sin retorno", el primer film de Miguel Cohan, abre un sensato y digno diálogo.