¿Usted que haría en la misma situación?
Tal vez son demasiadas las expectativas puestas en Sin retorno (2010), ópera prima de Miguel Cohan. El film está producido por las mismas empresas responsables de El Secreto de sus Ojos (2009) y cuyo logro es aprovechado en el slogan publicitario. Dichas expectativas no decepcionan si uno busca una historia que en nada se le parezca a la taquillera película de Campanella. En síntesis, no vaya al cine con esa idea sino con la de ver un film de género, distinto, movilizador, que provocará en su interior un debate ético que tal vez nunca logre resolver.
El disparador de la historia es un accidente automovilístico. Un ciclista, que está parado en medio de la calle, es atropellado por un automóvil dos veces seguidas. El primero sólo chocará la bicicleta, mientras que el segundo lo dejará sin vida. El conflicto, con el inocente preso y el culpable libre, se generará en el tiempo y como hará cada uno para canalizar lo complejo de la situación que los llevó a estar en ese lugar.
Uno de los aciertos del film es el de no ahondar en cuestiones sociales que tienen que ver con el tránsito y como se maneja o la forma de actuar de la justicia argentina, afortunadamente el director se corre de este lugar y nos ofrece un film de género en el que el desencadenante del hecho es solo casual y servirá para ahondar en lo más profundo de la condición humana sacando lo peor o lo mejor de cada uno.
En Sin retorno no hay culpables ni inocentes, todos tienen sus miserias y saldrán a la luz en el momento más indicado. Hay un inocente que paga por un crimen al que la cárcel lo convertirá en un ser lleno de odio y resentimiento. Hay un culpable que no puede vivir con la culpa. Hay un padre que busca justicia y que sólo quiere ver a alguien preso sin importarle nada más. Y por último hay una familia que esconde una verdad por protección. A partir de todas estas consignas, Cohan construye un thriller psicológico, de personajes profundos, en donde toda la artillería está puesta en el conflicto moral que no sólo deberán enfrentar cada uno de los involucrados sino también el espectador, y es ahí en donde radica la esencia de la historia.
Para lograr los climas necesarios que un film de estas características necesita hay un elenco actoral que nos ofrece lo mejor de sí para hacer creíble la historia. Leonardo Sbaraglia y Martín Slipak nos brindan dos interpretaciones memorables, si bien sus personajes sólo se encontraran en un momento de la película, cada uno ofrece una serie de matices en la evolución de sus personajes que sobre el final pareciera que los actores no fueran los mismos del comienzo. Junto a ellos Luis Machín y Ana Celentano, acompañando en el tono justo que la trama necesita y en roles casi tan protagónicos como los del binomio Sbaraglia-Slipak. Federico Luppi, Arturo Goetz y la española Bárbara Goenaga completan el casting ideal para lograr que Sin retorno sea creíble.
Articulando ficción y realidad, Miguel Cohan nos trae un film complejo, tal vez molesto y hasta perturbador, que juega mucho con los tiempos y como éste nos va cambiando, para hacernos avanzar o retroceder en las formas de visualizar las diferentes situaciones por las que el ser humano debe atravesar. Un film que pregunta por respuestas que tal vez nunca lleguemos a encontrar, pero que sin duda nos hará pensar en ellas.