Nada puede volver a ser igual
Al ritmo eléctrico de Post crucifixión de Pescado rabioso comienza y termina la primera película dirigida por Martín Cohan, un drama que preanuncia el destino inevitable de sus protagonistas tanto en su título como en las palabras de Spinetta que la enmarcan: “y en esta quietud que ronda a mi muerte siento presagios de lo que vendrá”.
Sin retorno surge a partir de uno de los tantos hechos al cual la televisión nos tiene acostumbrados en nuestra cotidianeidad: una persona atropellada y abandonada en el medio de la calle por un automovilista. El hombre muere luego de algunos días y su padre (Federico Luppi) comienza la búsqueda desesperada de un culpable. Una vez más el caso se vuelve mediático y, ante la necesidad de la Justicia de resguardar la imagen pública, queda implicado en esta historia un tercero en discordia (Leonardo Sbaraglia) y es acusado del asesinato.
La película, que comienza siendo una historia coral y termina unificándose, se propone, a partir de estos hechos dramáticos, mostrar las subjetividades de sus tres protagonistas: el padre, el acusado y el verdadero culpable (interpretado por Martín Slipak). Este último se mostrará de modo muy diferente al que nos sugieren los medios de comunicación ante hechos similares: vemos que la culpa trastorna sus días y sus estudios, conserva las apariencias de su vida pero nada dentro de él volverá a ser como era antes, el miedo lo volverá casi un autómata dispuesto a responder toda orden de sus padres. No hay retorno para la muerte, para el delito no admitido, para la culpa, para las falsas acusaciones y condenas ajenas, los hechos de una noche destruyen todo lo que estos personajes y sus familias habían construido. Es una inevitabilidad que recuerda quizás a Irreversible de Gaspar Noé, ya que en ambas películas es imposible borrar los hechos pasados, retroceder para enmendar los errores, “el tiempo lo destruye todo”.
A lo largo de la película persiste un buen ritmo narrativo que, gracias al suspenso provocado por la presencia de muchos elementos del thriller psicológico, logra mantener el público atento y expectante. Se destaca, como de costumbre, la actuación de Sbaraglia y es bastante buena también la interpretación de Slipak. Vemos como, a partir del paso del tiempo, ambos personajes evolucionan de forma muy notoria deviniendo en seres casi ajenos a los que eran antes. El resto del elenco también es notable y acompaña con gran dramatismo la evolución de los hechos.
Se trata de un film interesante que invita a hundirse en la butaca ante la expectativa de los posibles finales de los protagonistas, aunque nos deje bien en claro desde el comienzo que la guadaña pende sobre sus cabezas y que hay hechos que son imborrables.