Los caminos de la vida
Durante la visión de Sin retorno uno puede preguntarse por momentos si el debutante director y coguionista Miguel Cohan reflexiona sobre escapar del destino. En realidad la base del film se sustenta en esta posibilidad. El hombre como consecuencia de una serie de sucesos.
Porque hay que reconocer que a pesar de su relación con títulos como Cuatro vidas y un destino, Crash e incluso con la insufrible Siete almas, este film de factura nacional logra momentos muy logrados en base a un buen guión (quizás muy calculado para algunos) sólidas interpretaciones y un desarrollo técnico impecable.
La duda sobre qué hacer en momentos límites flota constantemente en el aire, poniendo en duda incluso al espectador, generándole un compromiso y una identificación que bien podría resultar aleccionadora, aunque termina por volcarse hacia un costado mucho más digno gracias a la destreza del director.
Todo comienza con un accidente. O con dos. Primero Federico (Leonardo Sbaraglia) quien esquiva una señal de obra en plena calle y termina chocando con la bicicleta de un hombre que había bajado del rodado para recoger papeles importantes. Tras una discusión por la rotura del pequeño vehículo, Federico se aleja, enojado por la casi tragedia. Segundos después, Matías un estudiante de 22 años de clase media-alta, va a impactar contra aquel hombre perplejo en la acera, a quien dejará inconsciente mientras escapa.
Y allí empezará una serie de sucesos que dan cuenta del planteo multilineal del relato. Porque de manera coral, aparecerá el padre de la víctima (Federico Luppi), quien acompañado por los medios de comunicación intentará dar con el responsable del incidente. En el medio, falsas acusaciones, presiones mediáticas y políticas, coimas, arreglos burocráticos falaces y todo tipo de chicanas serán las que pongan en evidencia la trunca realidad del sistema argentino en varios niveles.
A partir de ello, Cohan compone una obra por momentos eficaz y por otros excesiva, principalmente por la utilización de la venganza como mecanismo de autodefensa. Es cierto, una serie de sucesos hacen al destino de un hombre, pero también la vida puede jugarnos una mala pasada (será necesario no olvidar que el motivador de toda la trama es un ciclista que está mal parado en la calle y genera no uno, sino dos accidentes).
De esta manera, el estilo narrativo de la película nos llevará a pensar en un padre sin consuelo, un hombre acusado que es inocente y un joven que debe callar la verdad para salvar su propio pellejo. Y seguramente habrá tantas sentencias sobre los personajes como espectadores dentro de la sala.
Está dicho. Con algunos momentos que fuerzan el relato, Sin retorno es un film que apuesta nuevamente por un cine comercial de calidad. A pesar de los puntos en contra que puedan encontrarse, no hay duda que las grandes interpretaciones (con Sbaraglia, Luppi, Luis Machín, Ana Celentano y Martín Slipak conformando un enorme elenco) y la historia que se apunta desde la pantalla, seguramente generará no sólo una buena experiencia en la sala, sino una aún mejor sensación fuera de ella.