Sin grietas ni sutilezas
Vidas que se cruzan a partir de un accidente fatal en Sin retorno, del debutante Miguel Cohan.
Sin retorno es una película sobre la injusticia, sobre cómo los errores de un sistema inhumano pueden destruir la vida de un individuo común.
Se trata de tres historias que se cruzan a partir de un hecho fundamental para los destinos de los protagonistas: un accidente de autos, con un conductor que huye sin dejar rastro dejando a la víctima muerta en el asfalto. Una historia que puede leerse todos los días en la sección policiales de los diarios, pero entrelazada con dosis justas de melodrama.
Federico Samaniego (Leonardo Sbaraglia) aparece en el lugar y el momento equivocados, y le arruinan la vida tras enviarlo a la cárcel por un homicidio que no cometió. Matías Fustiniano (Martín Slipak,quien el año pasado fue el hijo de la pareja protagónica de Tratame bien) interpreta a un joven sin cargos de conciencia y con una vida sin preocupaciones económicas, totalmente incapaz de experimentar algún tipo de sensibilidad por el otro. En el medio una vida perdida y un padre (Federico Luppi) que lucha por lo que considera justo, sin mirar más allá.
La opera prima de Miguel Cohan tiene la ventaja de la simpleza, pero el vicio del lugar común. Una película sin demasiadas pretensiones pero muy cuidada, como para llegar al gran público con dignidad. La selección de actores, que se completa con Bárbara Goenaga, Luis Machin, Ana Celentano, Agustín Vázquez y Arturo Goetz, es tal vez lo más destacable de un film que plantea desde el título todo el camino de la historia: ya no se puede volver cuando las casualidades marcan la vida, ya no se puede volver cuando las cuestiones éticas dejan de importar para que la tragedia no arruine las comodidades preestablecidas.
Una película sin grietas y sin sutilezas.