La ópera prima de Agustina Macri, Soledad, adaptación de la novela "Amor y anarquía", es un exponente tan estilizado como frío de un tema que necesitaba la pasión de la que el film carece. El cine argentino tiene larga trayectoria en representar historias de lucha y persecuciones sociales.
Fuertemente signado por nuestra historia reciente durante la última dictadura militar; pero no abocado únicamente a ese período. "Soledad", de Agustina Macri, escribe otros renglón dentro de esa tradición, y lo primero que llama la atención es la historia escogida.
Basada en la novela "Amor y anarquía" de Martín Caparrós, relata la historia real de María Soledad Rosas, una joven, descendiente de Juan Manuel Rosas, que en 1997 fue arrestada en Italia como miembro del grupo anarquista conocido como Squatters.
La figura de Soledad rosas se convirtió en mito de la resistencia de lucha para muchos militantes de ese movimiento en nuestro país e Italia, y la película toma eso para contar su versión.
Será importante tener algún conocimiento previo sobre la historia real antes de llegar a la sala. De entrada, un flashforward nos adelanta un destino trágico, para inmediatamente devolvernos a los comienzos.
Luego de finalizar sus estudios, Soledad (Vera Spinetta) quiere iniciar una vida nueva. Sus padres (Silvia Kutica y Luis Luque) la convencen de aceptar el viaje turístico por Europa que le regalaron, en compañía de Silvia (Fabiana García Lago), una amiga de la familia. El primer destino del viaje es Italia, de casualidad, terminarán en una pensión en la que ella conocerá a Baleno (Giulio Maria Corso), un joven anarquista que luego descubriremos que en verdad se llama Edoardo, o Edo.
Rápidamente, Soledad y Edo se enamoran, y ella pasa a inmiscuirse en la rutina de los Squatters, ocupando los edificios abandonados conocidos como El asilo. Soledad decide terminar ahí su tour, abandona a Silvia, y se integra al grupo y su lucha sin saber lo que le esperaría.
El gobierno de Italia los culpa del atentado a la creación de un tren bala, y los arresta sometiéndolos a torturas y un juicio de lo más injusto. Soledad Rosas también es juzgada, y ella ni siquiera se encontraba en Italia cuando fueron los hechos. Centrándonos en el título de la novela, "Soledad" cuenta más una historia de amor que de anarquía; y cuando hablamos de amor, entiéndase romance.
A través de sucesivos flashbacks e intermitentes intervenciones de una entrevista a su hermana mayor (Florencia Dyszel), iremos conociendo como Soledad y Edo fueron cimentando su amor contra todas las barreras hasta llegar a las trágicas consecuencias pre anunciadas. A Soledad se la presenta casi unilateralmente como una joven rebelde.
Tampoco se explaya demasiado acerca de la razón de esa rebeldía. En palabras de sus personajes (no en acciones), sabremos que proviene de una familia de clase media, que se esforzó por darle una educación de elite a su hija, y que buscan que ella tenga un futuro asegurado. A lo que ella responde contradiciéndolos, maltratándolos, ignorándolos, y abandonándolos.
La empatía que el film propone para su protagonista reside en que quiere ser libre, y está enamorada (aunque a razón de determinados elipsis, a veces, pareciera un capricho). Como consecuencia, se nos hace difícil como espectadores seguir el trayecto de Soledad Rosas a la par.
El romance es apurado, resumido en escenas fugaces, y con alegorías propias del “Basado en una novela de Nicholas Spark”. Ni hablar de un sentimiento de lucha, cuando la misma protagonista se cansa de repetir una y otra vez que no tiene nada que ver, que si no abandona la lucha es por amor a su compañero.
Los personajes secundarios aparecen y desaparecen, y abundan las reacciones que, en los hechos reales, habrán tenido un sentido y significado que en el film no existe. Tanto narrativa como estéticamente, Agustina Macri parece haber asumido como inspiración la miniserie (adaptada luego como película de dos partes) "La mejor juventud".
Pero allí donde la epopeya de los hermanos separados por cuestiones ideológicas hacía pie en el devenir social a la vez que personal, en "Soledad" el contexto está dibujado apenas como un marco de situación (remarcado con una banda sonora ganchera que se agota con lo visto en el tráiler), y en lo personal tampoco parece poder penetrar mucho más allá del romance.
Cuando el año pasado Ernesto Ardito y Virna Molina estrenaron Sinfonía para Ana, uno de los mejores films de 2017, trazaron todos los lineamientos necesarios para hablar de la juventud atravesada por la militancia social haciendo foco también en las cuestiones personales propias de una edad convulsiva.
Toda la carnadura, sensibilidad, carisma, pasión, y garra que desbordaba en "Sinfonía para Ana" es lo que no encontramos en "Soledad", que desaprovecha a una Vera Spinetta que da todo de sí, que conmueve con su rostro – junto con algunos secundarios como los de Kutica y Luque que se sobreponen a fuerza de talento a lo escueto de sus pesonajes en el guion –, pero que no alcanza.
"Soledad" es una cáscara elegante, cuidada, pero de contenido gélido, distante, y sobre todo ajeno.