Amor y anarquía en los tiempos del PRO
Soledad plantea una circunstancia inédita en la historia del cine, en tanto se trata de la primera película filmada por un pariente directo de un mandatario en ejercicio. Agustina Macri (36) es la hija mayor del presidente de la Nación. Primero se recibió de socióloga y luego estudió cine en Barcelona. Antes de ésta, su ópera prima de ficción, dirigió algún documental para televisión y produjo algún otro (Boca Juniors confidencial, subido recientemente a Netflix). Así como participó de Snowden, el film más reciente de Oliver Stone. Frente a su primer largo de ficción y dadas las circunstancias, es posible que asomen dos sospechas. La primera es que se trate de un capricho de niña rica que después de algunas películas quizá dirigirá teatro o pondrá una asesoría de imagen. La segunda, que el hecho de ser hija del Presidente es lo que le permitió filmar. A menos que haya algún financiamiento oculto (lo cual, tratándose del PRO no es tan descabellado pensar), esta especulación no parece muy pertinente, ya que Soledad cuenta entre sus productores a Fernando Sulichin, el argentino que viene ejerciendo ese rol desde Malcolm X (1992), con una docena de films para Oliver Stone. Incluyendo Snowden, donde trabó relación con Agustina Macri. En cuanto a qué clase de seriedad tiene el proyecto de Soledad, es de esperar que la respuesta se desprenda de las líneas que siguen.
Escrita por Agustina Macri y Paolo Logli sobre una crónica de Martín Caparrós, Soledad recrea el caso de María Soledad Rosas, una chica de clase media porteña que tras estudiar hotelería viajó a Italia a los 23 años, bancada por sus padres, y allí trabó contacto con un grupo de squatters (ocupantes de casas deshabitadas), iniciándose en el anarquismo. Tras una introducción breve y difusa (hubiera sido bueno mostrar más claramente la dinámica familiar, para entender de qué quiere tomar distancia la protagonista), la película de Macri –suena raro decirlo– salta a Italia, donde encuentra a Soledad (Vera Spinetta) tomando algo en un bullicioso bar turinés, junto a su amiga Silvia (Fabiana García Lago) y unos muchachos locales. Narrada desde los ojos de la protagonista, Soledad cuenta una iniciación clásica, doble y simultánea: en el amor y la política, encarnadas ambas en Baleno (Marco Lombardo), con quien la chica comienza a convivir, en el marco de la cohabitación con el resto de los integrantes del grupo anarquista, que hacen de esa convivencia, y del squatterismo, uno de los cimientos de su política.
Parafraseando la película de Lina Wertmüller que supo ser un icono de los años 70 en Argentina, la crónica de Caparrós se llama Amor y anarquía, y mantiene en sincro esos dos ámbitos de la vida de Soledad. Es significativo que Agustina Macri no haya mantenido el título del libro, en la medida en que ahora el factor político, si bien no ha desaparecido del todo, pasa a un segundo plano. El primero queda para lo más propio del relato de formación de Soledad: la narración en primera persona y las fases de la iniciación, señaladas tanto por el pasaje del idioma castellano a un italiano cocoliche, pero italiano al fin, como por el rapado del cabello, que emblematiza su corte con el origen de clase media y su asunción como militante anarquista.
Con un quiebre narrativo marcado por una acusación amañada por parte del Estado italiano, que signa la segunda parte de la película, más trágica y ominosa, el enfoque de Macri tiende a lo rústico y visceral, sin chiches de ninguna índole y siguiendo siempre la inserción de la protagonista en ese mundo en el que nunca parece estar del todo cómoda. En alguna escena de trifulca, la utilización de la cámara en mano, circulando entre los personajes, es apropiadísima, transmitiendo nervio pero no confusión visual. A lo largo de casi dos horas el relato circula con fluidez, sin saltos y dando la sensación de que se está narrando lo esencial, aunque sí se hacen sentir las ausencias señaladas. Seca, concentrada, sin sentimentalismos pero bien metida en un papel que le exige ir entrando de a poco, Vera Spinetta sintoniza a la perfección con la propuesta de la realizadora. No hay tilinguerías ni dispendio, ni lujos obscenos. En otras palabras, Soledad es macrista porque le pertenece a Agustina, no a Mauricio.