Es muy probable que dentro de algunos años, así como hablamos de cine de Martel o Trapero, nos refiramos a una película de Macri, sin la necesidad de anteponer el nombre Agustina. Tras algunas incursiones en el terreno del documental como #SodaCirque y Carnacalipsis, la hija del Presidente debuta en el cine de ficción con una adaptación del icónico libro Amor y anarquía, que Martín Caparrós escribió basándose en la historia de María Soledad Rosas.
En sistema de coproducción entre Argentina e Italia, y sin subsidios del INCAA, Agustina Macri se revela como una nueva promesa del cine nacional, en un film que cuenta con una protagonista tan sólida como Vera Spinetta. El resultado final de la propuesta va mucho más allá de ser una creación de "hijas de". Queda clarísimo que cada una de ellas tiene la suficiente carga de entidad y talento, para sobrepasar la prejuiciosa idea de quienes insisten en encerrarlas bajo el obtuso concepto de portación de nombre. En este sentido, la interrupción de una función de la película hace un par de noches en una sala de Recoleta por parte de un puñado de manifestantes, es una clara muestra de un tipo de protesta ejercida desde el autoritarismo. Una acción arbitraria que no comprende que un mismo apellido, en este caso Macri, puede tener connotaciones muy distintas; y que el aprendizaje de esa diversidad podria conducirnos a una mirada menos estanca.
Soledad (Vera Spinetta) fue una joven de clase media, educada en un colegio de Barrio Norte, que no sentía empatía con su familia ni su presente. Un viaje a Europa la llevó a entrar en contacto con un grupo anarquista que vivía como okupa en un deshabitado edificio de Turín. A través de múltiples idas y vueltas en el tiempo, Agustina Macri traza el recorrido de una chica que sin inquietudes políticas previas, encontró en Italia una pulsión vital que se vio potenciada por el vínculo sentimental entablado con el líder de la agrupación rebelde (Giulio Corso).
Ambientada a fines de los '90, y con canciones como Matador, de Los Fabulosos Cadillacs, y Tu amor, de Pedro Aznar y Charly García; Soledad es un certero retrato de esa mezcla de hastío y disconformidad que impregnó a tantísimos estudiantes de clase media en el mundo, que atravesaron la mencionada década sin un norte ideológico tan claro y combativo como el la generación de los '60; pero con una marcada falta de representación con el arrasador avance del neoliberalismo a nivel global.
Las instancias entre Buenos Aires y Turín, se intercalan con una entrevista a la hermana de la protagonista, y ese rompecabezas que en un comienzo parece apenas un capricho formal, va cobrando vuelo a medida que la película nos interna en la historia de esta joven de clase media devenida en anarquista. Visualmente, Macri acierta con el clima pertinente para cada escena. En varios pasajes se impone un distanciamiento, que por momentos atenta contra la urgencia de algunos acontecimientos. Pero evidentemente, la directora prioriza la sobriedad por encima de la explosión catártica, y sale airosa de una encrucijada que tiene un enorme arco narrativo, que incluye instancias nada menores como las de la apatía, la rebelión y el suicidio.
Vera Spinetta le aporta a su rol protagónico un poderoso compromiso, y Agustina Macri cumple en no traicionar las decisiones del personaje central. Soledad es una adaptación del libro de Caparrós, pero la realizadora y coguionista aborda al texto y a la figura en que está basado, desde una lúcida apropiación personal. Sin apelar al ostentoso despliegue de toda una batería de recursos, el film encuentra un equilibrado estilo en el que se impone la austeridad, tanto en los crispados planos con cámara al hombro, como en algunos otros diseñados desde una impronta más preciosista.
Durante casi dos horas, Macri sostiene el interés sobre una historia cuyo desenlace ya conocemos de antemano, y dota a su relato con las suficientes capas como para que no se desvanezca apenas aparezcan los títulos de cierre. La directora acompaña al personaje central que traza en pantalla, y tiene la espalda necesaria para no victimizarla ni canonizarla a través de conceptos unívocos como el de mártir anarquista. Una sutil e inteligente respuesta para todos aquellos que no entienden que el arte no tiene ninguna relación con el prejuicio.
Soledad / Argentina-Italia / 2018 / 103 minutos / Apta para mayores de 13 años, con reservas / Dirección: Agustina Macri / Con: Vera Spinetta, Giulio Corso, Marco Leonardi, Marco Cocci, Luis Luque y Silvia Kutika.