Vagando por las calles de Palermo
Esta opera prima del director Diego Corsini se convierte en un tremendo exponente de la comedia romántica palermitana que durante los últimos tiempos viene invadiendo periódicamente una buena parte del cine local.
Siguen las comedias en el cine argentino desde diferentes propuestas, ejes temáticos, formas expresivas, miradas opuestas sobre el mundo y en relación al género. En los últimos años, sin embargo, un tipo de comedia es la que triunfa por encima de las otras, aquella que describe a una pareja de adultos en conflicto (bah, entre los 25 y los 40) con una psiquis atolondrada y con inestabilidades emocionales a solucionar. Dentro del género, se impone una visión romántica del asunto que, en general, muestra a un micromundo (el barrio de Palermo y sus adyacencias) como centro del universo. En realidad, la comedia romántica palermitana es aquella que invade una buena parte del cine argentino de los últimos tiempos. Y Solos en la ciudad es un ejemplo contundente del tema.
Resulta difícil rebatir que la opera prima de Diego Corsini traicione sus intenciones. Más aun, a medida que transcurre el relato, que comienza con una ruptura de pareja mirando un amanecer de postal, Solos en la ciudad profundiza las taras, manías, miedos, obsesiones y traumas de una fauna de personajes dignos de la televisión infanto-adolescente de los ’80 transmutados al Made in Palermo siglo XXI.
Pues bien, Santiago y Florencia han discutido por una tontería, como la mayoría de los entuertos de pareja, y de ahí en más divagan por la ciudad a la búsqueda de solucionar su ruptura (o “peleíta”). Y así, entre imágenes del Planetario, un contexto risqué y un universo que parece sacado de una publicidad para ver en los aeropuertos, Santi y Flor se cruzarán con una inesperada galería de personajes, digamos, que parecen no pertenecer a este mundo. Entonces, Santi, profesor de Literatura, establecerá un debate dialéctico con una alumna (en una librería, obvio) y disertarán a viva voz sobre Kundera. Flor, en tanto, conversará con una vendedora de feria artesanal (el toquecito hippie-cool) y charlará con su papá (en otra demostración contundente del Palermo “psi”). También aparecerá el langa que desde hace tiempo desea a Flor, una pareja que camina en un extenso travelling y escucha el drama que padece Santi, y otros personajes similares. Entre diálogos que pueden hacer sonrojar a un artista zen alejado del mundo terrenal, cerca del final, surge otro personaje inesperado: una amiga de Flor con más años que la susodicha. En ese primer encuentro, con la pobre novia triste y meditabunda andando por la calle, esta nueva criatura de ficción, mirando a la tristona Flor, atina a decirle: “¿Qué te pasó, te asaltaron?” En ese instante, Solos en la ciudad se convierte en la primera película argentina palermitana-PRO