Una pareja en conflicto es el centro del fallido film
Todos sabemos qué se siente ser oyente de los conflictos amorosos de una amiga/o. Ante la angustia del otro, uno escucha comprensivo un rato hasta que ese rato se transforma en horas, y esas horas, en días y semanas. Y entonces uno soporta la repetición y el discurso poco interesante o coherente por el cariño que le tiene a esa persona que sufre por amor.
En el caso de los personajes protagónicos de Solos en la ciudad, resulta muy difícil tolerar y ser testigos de sus conflictos después de unas cuantas secuencias organizadas en viñetas que pretenden aleccionarnos sobre la naturaleza del amor.
Todo comienza en la Costanera con Florencia (Sabrina Garciarena) y Santiago (Felipe Colombo) mirando el amanecer mientras charlan sobre el casamiento al que acaban de asistir. Muy rápidamente el momento romántico -aunque cinematográficamente poco inspirado- se transforma en pelea por la diferencia de expectativas que cada uno tiene de sí mismo y de la pareja. El es profesor del secundario y sólo se entusiasma con un posible casamiento propio cuando piensa en la despedida de soltero que hipotéticamente le armarían sus amigos. Ella es abogada, paga las cuentas y ambiciona formar una familia empezando por el lavarropas. Así comenzará entonces un recorrido que los seguirá en su búsqueda de respuestas frente al conflicto amoroso que se les puso enfrente.
El muchacho comenzará por el peor lugar y el peor interlocutor si de salvar la pareja se trata: Javi (Santiago Caamaño), un amigo siempre dispuesto a la fiesta y bastante adverso al compromiso. Con un monólogo escrito con un preocupante exceso de misoginia y una evidente falta de ritmo, la película inicia un desfile de personajes tan poco interesantes como los consejos que tienen para darle al protagonista.