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El otrora ingenioso Tim Burton encara la adaptación cinematográfica de una serie televisiva bastante popular en los EE.UU. y practicamente desconocida por nuestros lares. "Dark Shadows" era más bien una soap opera con elementos de terror que se conoció en nuestro país con el título "Maldito Hasta la Última Generación" y se emitió durante el año 1972 -los viernes por la noche- por la pantalla de Canal 9.
Johnny Depp vuelve a ponerse a las órdenes de Burton -pero como actor, ya que además es productor de la cinta- y como es habitual en él, amaricona al personaje que le toca. En este caso es Barnabas Collins, un muchacho que en el siglo XVIII desprecia a una muchacha enamorada de él, por estar enamorado de otra chica. La despechada lo maldice, primero matando a su familia y novia, y luego condenándolo al sufrimiento eterno convirtiéndolo en vampiro. Encadenado y enterrado, Barnabas es liberado doscientos años después, cuando unos obreros realizan una excavación. Collins se encuentra ahora en 1972 y Burton pretende ser gracioso jugando con el anacronismo. No le sale. Ya hubo un Austin Powers.
El vampiro desea recuperar lo que le pertenece, vuelve a su mansión y allí encuentra a una familia disfuncional, sus descendientes. También se encuentra con que su pueblo, Collinwood, es manejado por la mujer que lo maldijo.
A esta altura todos sabemos que Burton gusta de lo oscuro y retorcido. Nadie filma árboles deformes como él. Hasta se da el gusto, como es habitual, de exhibir al gran Christopher Lee como si fuera un muñeco de edición limitada en su vitrina.
Hace tiempo que el director de "Ed Wood" perdió el rumbo, y no lo recupera con esta película en la que da rienda suelta a todos los recursos que ya le conocemos. Tanto se engolosina con Depp que descuida al resto del elenco. Michelle Pfeiffer se impone por talento, al igual que la francesa Eva Green a quien le va mejor por ser la antagonista del personaje principal.
Cuidada en lo estético -esto es innegable-, vacía de contenido y, lo peor de todo, aburrida en el relato, "Sombras Tenebrosas" marca un nuevo paso en falso en la carrera de un director que debería pensar más en el público, en lugar de filmar para darle el gusto a un amigo y a sí mismo.