Sombras tenebrosas

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Amor que mata

Comedia gótica de Tim Burton, con Johnny Depp, inspirada en una serie de televisión.

Hace 22 años, la dupla Burton/Depp estrenaba El joven manos de tijera , la primera de una larga serie de colaboraciones que llega hoy a Sombras tenebrosas , una película que tiene puntos de contacto con aquella obra maestra, la primera “experiencia” de Depp en esta especie de teatro kabuki aniñado que hace para el director de Charlie y la fábrica de chocolate .

Es que Barnabas Collins, su personaje aquí, se asemeja bastante a aquel Edward: ambos llegan a un mundo cuyas reglas desconocen, tratan de adaptarse a esas normas e intentan hacerlo de la manera más gentil y amable que le es posible dadas sus particulares circunstancias. Aquí, Barnabas es un vampiro que fue enterrado vivo 200 años atrás por una amante despechada y que reaparece, en 1972, cuando unos obreros de la construcción no tienen mejor idea que abrir el ataúd que encuentran.

A Barnabas no le queda otra que matar para sobrevivir, pero lo que más desea es ser parte de esa familia que supo tener un gran imperio pesquero dos siglos atrás, pero que ahora apenas sobrevive en un palacio desvencijado. La llegada del legendario Collins sacudirá a sus “herederos”, un grupo disfuncional que integran la madre (Michelle Pfeiffer), su hermano (Jonny Lee Miller), la adolescente rebelde (Chloe Grace Moretz) y el niño perturbado por la muerte de su madre (Gulliver MacGrath).

Junto a ellos están la alcohólica psiquiatra del niño (Helena Bonham-Carter), el no menos borracho mayordomo (Jackie Earle Haley) y la bella niñera Victoria (Bella Heathcote), que Barnabas ve idéntica a su amada de entonces, que murió víctima de la tenebrosa Angelique (Eva Green), la misma que lo convirtió en vampiro y que, con sus mágicos poderes, sigue viva en 1972. Y dispuesta, ahora sí, a hacerlo suyo, caiga quien caiga.

Sombras...se basa en una serie de TV de fines de los ’60 con un aire a Los locos Addams , que Burton modificó a su antojo, transformándola en parte de su propio –y ya algo reiterado- universo. Pero en este caso, a diferencia de sus filmes recientes, todos los elementos “burtonianos” se sienten pertinentes y adecuados al material. Y la película gana, además, por su liviandad, su humor, su ternura y una -a esta altura- inusualmente contenida actuación de Depp.

Como lo hizo en El joven...o Beetlejuice , Burton lleva lo macabro con humor, haciendo hincapié en el choque cultural que vive este héroe gótico y romántico en una época -entre el hippismo y el glam rock- con marcadas diferencias con la suya, en especial por la manera rebuscada y formal de hablar de Barnabas, a quien Depp dota de ternura: un freak perdido en un mundo de personas a las que no le faltan sus propias peculiaridades.

Esta “doble distancia” entre el espectador de hoy y las eras que el filme muestra permite una serie de divertidos choques que Burton aprovecha en la primera y mejor parte de la película. La resolución –como suele suceder en muchos filmes de Burton, a quien le interesa más crear universos que armar una narración fuerte- no está a la altura de la gran primera hora. Pero esa primera parte da forma a lo que es, finalmente, un regreso de Burton a un cine personal, a esos mundos donde sus buenos, raros y torpes héroes solitarios se juegan todo por amor, aún cuando eso implique perderlo todo en el camino. Es que las derrotas de las criaturas de Burton se sienten como las más encantadoras de las victorias.