En las últimas semanas se han estrenado dos películas que en nada se relacionan desde lo argumental, pero que comparten un trasfondo similar y han generado notables efectos a nivel crítica y audiencia como hace tiempo no se percibían. Tanto Prometheus como Dark Shadows supusieron para Ridley Scott y Tim Burton sendos retornos a los comienzos de sus carreras como directores, con Alien para el primero (aunque sea Blade Runner sobre todo la que se tenga que revisitar) y Beetle Juice para el segundo. Con sus respectivas fallas y aciertos, ambos trabajos se han convertido en objeto de debate, con acaloradas objeciones y defensas que acabaron polarizando las opiniones entre los que se han visto desilusionados y los que recibieron el 10 que esperaban. En el caso de Sombras Tenebrosas estamos frente a una posibilidad desaprovechada, en el marco de una prometedora propuesta que, si bien vale la pena, se diluye con el correr del metraje.
Antes de comenzar me parece necesario retomar dos cuestiones que anteceden a este estreno. En muchos casos el árbol no deja ver el bosque, y se ha hecho una mala costumbre plantear que Burton está desorientado o en caída, algo que de ninguna forma se desprende de su rica filmografía. Es cierto que Alice in Wonderland es muy pobre, pero eso no debería ser suficiente para hacer apresurados juicios de valor sobre un director con una decena de grandes películas. Por otro lado cabe señalar las críticas negativas recibidas en torno a su enfoque sobre la creación de Dan Curtis, una serie que dejó de emitirse hace cuarenta años pero que resultó tener un acérrimo séquito de defensores. Evidentemente estos consideran que una versión debe ser servil a la original, porque de lo contrario se trataría nuevamente de una crítica infundada. Si, Dark Shadows tiene problemas y se encuentra lejos de lo que este realizador tiene para ofrecer, pero ello no se debe a ninguna de las cuestiones aquí rebatidas.
Es difícil ignorar el hecho de que esta última producción del director de Ed Wood o Edward Scissorhands no tuvo la acogida esperada en su país de origen. Es por cierto difícil de entender el por qué de tales críticas cuando, durante una buena parte al menos, estamos delante de un trabajo muy logrado. Desde su comienzo se percibirán grandes interpretaciones de la bella Eva Green y de Johnny Depp (quizás es cierto que la dupla merece un descanso, lo cual no implica que la colaboración de ambos haya perdido un ápice de calidad), así como un notable uso de la música, que transporta en una VW hippie directo al corazón de los '70. A partir de allí Burton se encuentra cómodo en su territorio, en uno de esos mundos únicos nacidos de su mente creativa, poblados por personajes disfuncionales que respetan los valores tradicionales y excluyen a quienes no lo hacen.
Con el correr de los minutos la película mostrará ciertas dificultades a la hora de fijar el tono, con una articulación a medias entre el humor y el terror. Si bien es cierto que hay muy buenas secuencias cómicas (el apasionado encuentro entre el vampiro y la bruja es un premio), básicamente se corresponden con un único recurso que es el de Barnabas Collins frente a una época a la que no pertenece. El mismo, más allá de que resulte efectivo en numerosas oportunidades, se agota por repetición y hace que en su totalidad el film pierda originalidad. A esto se debe sumar un final que bordea el ridículo y se muestra como lo peor de la película, efecto que se acrecienta en comparación con su excelente apertura.
Resta preguntarse por la figura de Seth Grahame-Smith, quien ha tomado Hollywood por asalto en el último tiempo a base de parodias (Abraham Lincoln: Vampire Hunter es su próxima creación en estrenarse) pero cuya capacidad como guionista hasta el momento no había sido puesta a prueba. El ingenio de su propuesta se desinfla con rapidez, por lo que recae en el realizador y su gran elenco sostener a una Dark Shadows floja de papeles a la que lentamente se le escapa su frescura.
No es cuestión de que la última película de Tim Burton sea mala o genial, se trata de una fallida apuesta que no acierta el rumbo y se estaciona a una considerable distancia de aquello que él ha sabido entregar a lo largo de los años. No obstante es, por encima de todo, una bienvenida muestra de que el director retoma sus primeros trabajos (Frankenweenie viene a confirmarlo) y eso es, como en el caso de la Prometheus de Ridley Scott, algo que tiene mayor peso que el resultado final.