Una pareja que ha perdido a su hijo cuida a un niño que parece de lo más normal. Y no: el chico tiene sueños y esos sueños se hacen realidad para los demás mientras duerme. Los sueños son buenísimos. El problema es que también tiene pesadillas y, bueno, no es lo único que tiene. Interesante recurso el del terror onírico, el de poner lo subconsciente en la pantalla, para un film de terror que, aunque cae en ciertos sustos comunes, no deja de bucear en miedos poco frecuentes. En la marea del género, una que se destaca (un poco).