Oportunidad perdida
Un thriller psicológico que arranca muy bien y tenía todo para funcionar, pero que se desluce en su última parte.
Cualquier profesor de guión podría exhibir Somnia: Antes de despertar como ejemplo cabal de la forma más habitual en la que un realizador puede ser el máximo responsable de arruinar su propia película. El largometraje de Mike Flanagan, el mismo de las aceptables Ausencia (2011) y Oculus (2013), arranca muy bien aun cuando su premisa se haya visto y leído mil veces, pero termina cayendo en un sinfín de lugares comunes que no hacen más que deteriorar el resultado final.
El matrimonio compuesto por Jessie y Mark (Kate Bosworth y Thomas Jane) perdió a su hijo hace pocos meses en un accidente doméstico. Sumidos en el duelo, deciden seguir adelante adoptado a un chico de ocho años llamado Cody (Jacob Tremblay, de La habitación). El nene es bueno, atento, cálido y respetuoso, pero tiene un “talento” particular que lo ha llevado a saltar de casa en casa desde bebé: puede materializar sus sueños. Y también, claro, sus pesadillas.
Flanagan parece dispuesto a correrse de los caminos habituales de los thrillers psicológicos haciendo lo que pocos. Esto es, situar a los padres como villanos dispuestos a manipular a Cody para que sueñe con el hijo muerto y lo materialice. El problema es que, sobre el último tercio, parece tomar conciencia de esa transgresión y retrocede para ahora sí acomodarse en los carriles narrativos más convencionales, sacando de la galera fantasmas, desapariciones y los traumas como explicación de todo. Somnia: Antes de despertar, entonces, no es una mala película; es una oportunidad desperdiciada.