Viaje a lo desconocido Una de las películas argentinas (aunque rodada integramente en la selva amazónica ecuatoriana) más interesantes del BAFICI 2009 fue Soy Huao, de Juan Baldana. Había visto 40 minutos durante el festival, pero por compromisos familiares tuve que abandonar la sala, cuando estaba completamente enganchado con este documental sobre una de las últimas comunidades originarias indígenas que subsisten de manera autónoma y se mantienen al margen de la sociedad capitalista/contemporánea/consumista para sostener sus tradiciones, una existencia basada en la caza, la pesca, la agricultura a pequeña escala, es decir, con un contacto directo con la naturaleza. Baldana logra una cercanía notable con estos indios que hablan en su propio dialecto, pero al mismo tiempo mantiene una distancia respetuosa y nunca invasiva. Un ejemplo extraordinario de documental observacional/antropológico que pude terminar de ver gracias a un DVD que gentilmente me acercaron sus dos productoras argentinas. Aunque estuvo un poco perdida en la programación (al ser rodada en Ecuador quedó fuera de la competencia oficial argentina) se trata de una producción con muchísimos méritos, y que merecerá ser recuperada por el público y la crítica en un futuro inmediato. PD: Llegó la hora, pues, de que los cinéfilos porteños que se perdieron este documental el año pasado finalmente pueden apreciarlo.
Para el éxito de este documental resulta vital la acertada decisión de Juan Baldana de no ejercer ningún tipo de intervención sobre el material registrado. Durante unas vacaciones el realizador Juan Baldana conoció a la tribu huaorani, que habita la amazonia ecuatoriana. Así nació Soy Huao, un fluido documental de observación que expone la vida cotidiana de una familia de nativos. A primera vista se nota que los huaorani son un pueblo con una creciente relación con la sociedad hispanoparlante del Ecuador. Si bien al momento de comunicarse entre ellos mantienen su dialecto, el Huao Terero, no son pocas las costumbres que perdieron y eso se nota ya desde la vestimenta (pantalones de jean, remeras y zapatillas). Si bien en un primer momento Soy Huao muestra como se organizan y relacionan los huaorani como sociedad y la armónica relación que tienen con la tierra, más adelante profundizará en los aspectos más negativos de las tribus “contactadas”, veremos a la familia protagonista en la iglesia y en la escuela. Así como la penetración de la televisión en la selva ecuatoriana. Aunque no se mencione en la película vale contar que la relación entre la sociedad occidental y los huaorani está marcada por las protestas, y algunas claudicaciones, contra las corporaciones petrolíferas que intervienen en el territorio donde habitan. Distinta es la suerte de los “no contactados” (los que no tienen relación con la “civilización”) como los Taromenani, una tribu hermana de estos huaorani, que pese a su instinto de preservación y su violencia para con el foráneo, mueren día a día exterminados por los pueblos vecinos y los madereros. Para el éxito de este documental resulta vital la acertada decisión de Juan Baldana de no ejercer ningún tipo de intervención sobre el material registrado, más allá de elegirlo, ordenarlo y editarlo.
Raíces Los huaroni son una comunidad indígena ecuatoriana que hasta 1958 se resistió a todo tipo de contacto con lo civilización. Juan Baldana (Los Ángeles, 2009) se entierra en el núcleo de la misma para presentarnos un documental que narra historia y presente de un pueblo al borde de la desaparición. En la selva ecuatoriana habitan los Toñampare una comunidad huaroni que a partir del contacto con la raza blanca se sometió a la domesticación y a ceder en vías de los placeres (y no tanto) domésticos y el progreso. Articulado en dos segmentos, Soy Huao (2009) dedica su primera hora a contar la historia de la tribu y su vida sin el contacto de la modernidad. Mientras que en la última parte entra en juego la civilización urbana y como esta se introduce de manera paulatina y sistemática para modificar su ambiente y así provocar una falsa integración que terminará con su idiosincrasia. Con una cámara que actúa como un ojo voyeur, solamente observando, sin modificar ni introducirse en el escenario, y con un montaje inteligente que arma una historia en donde sólo hay imágenes cotidianas, Juan Baldana construye para deconstruir la historia de los huaroni y así realizar un estudio antropológico sobre la misma. Como una tesis sobre la desaparición de los pueblos originarios, Baldana nos ofrece una trilogía sobre el fin de las raíces y de cómo lo mejor para unos, para otros puede ser el final. La trilogía seguirá con la historia de unos pescadores en el norte de Brasil y otra filmada en los Andes Chilenos. Sin opiniones ni teorías, sin hipótesis ni falsos mensajes, es el ojo del espectador quien sacará las propias conclusiones sobre una fábula que no es otra que la historia de lo que alguna vez fue el nuevo mundo, hoy devastado por la civilización en pos del progreso. Nota: Soy Huao se estrena de manera simultánea en Argentina (malba.cine) y Ecuador (8 y medio). Funciones malba.cine: Sábados a las 18.00 hs y domingos a las 17.00 hs.
La sorpresa que nos llevamos durante el primer encuentro con los milenarios huaorani, comunidad indígena ecuatoriana, es que la gente y sus formas de vida no se diferencian en gran medida de las que podrían verse en cualquier asentamiento marginal perdido en la selva de alguna provincia argentina. Los huaorani visten remeras, jeans y zapatillas, habitan casas de madera, pueden ver televisión, escuchar radio y algunos hasta tienen cocina y gas. Es por eso que Soy Huao, contra cualquier pronóstico, se ofrece tan poco exótica y con altas dosis de naturalismo. El trabajo del director Juan Baldana tiene mucho que ver con ese tono de observación que desdeña lo pintoresco, porque en Soy Huao, aunque casi no se habla castellano, nunca se recurre a explicaciones, subtitulados ni comentarios. Al renunciar a cualquier tipo de didactismo (que seguro habría potenciado el costado pintoresco de los huaorani) la película gana en densidad y se vuelve pura superficie: de sus rituales, diálogos, hábitos alimenticios, juegos y chistes se nos escapa gran parte del sentido, y solamente alcanzamos a retener gestos, actitudes e impresiones vagas. El mundo indígena nunca se convierte en territorio apto para desplegar una mirada exótica sino que acaba por volverse un misterio opaco que solamente podemos penetrar, efímeramente, a través de algunos planos y caras que parecen decir un poco más que el resto. Lo demás permanece vedado y la sensación es que nos estamos perdiendo algo importante, como ocurre en la escena con toda la familia sentada frente a cámara (seguramente el plano más calculado de la película): todos ríen, pero es imposible saber si están festejando un chiste interno o si el blanco de sus burlas es la misma cámara (o sea, nosotros).?