Admitámoslo: en Chile se está haciendo un cine costumbrista mucho mejor que el argentino, por cineastas con mucho empuje. Esta es la historia de un cuarentón patético con problemas de pareja y familia (uno de esos tantos inmaduros que invaden nuestras sociedades) en busca de desquite. Un perdedor, aunque con la suficiente humanidad como para que nos caiga simpática su epopeya nocturna.