Star Trek: En la Oscuridad es la secuela del reboot de la franquicia lanzado en el 2009 por J.J. Abrams y su hueste de creativos. En aquella ocasión la novedad consistía en contar la historia de la saga desde cero, poniendo a una camada de actores jóvenes y sexys en la piel de los roles icónicos de la saga - léase el capitán Kirk, Spock, el doctor McCoy, etc -. Mientras que al principio la medida sonó a sacrilegio, lo cierto es que resultó ser adecuada y popular, obteniendo una de las entradas más taquilleras de la saga desde que desembarcara en el cine en 1979. Ahora llega la secuela, la cual viene a reafirmar las premisas establecidas en el reboot del 2009: es decir, más planos sexys de sus jóvenes protagonistas, mas acción espectacular, más jugueteos dudosos con la mitología histórica de la saga, y un puñado de ideas interesantes cuyo desarrollo deja algo que desear.
Como ya es de público conocimiento el despiole producido por los viajes en el tiempo de Star Trek: El Futuro Comienza terminó por resetear todo aquello tal cual conocíamos. En la línea temporal creada por J.J. Abrams y su equipo el planeta natal de los vulcanos no existe, y conviven dos Spocks - el joven y el anciano - en la misma época. Semejante artilugio argumental le permite a los Abrams boys revisitar la mitología trekker como se le plazca, plantando versiones alternativas de hechos y personajes que siempre han formado parte del folklore de la saga. En esta secuela el quid de la cuestión pasa por reflotar a Khan Noonian Singh, el villano que tenía a mal traer a William Shatner, su tupé y el resto de su tripulación en Viaje a las Estrellas II: La Ira de Khan (1982). A diferencia del patovica metalero que componía con gusto Ricardo Montalban en la cinta de 1982, el Khan de Abrams es un inglés modosito que habla con voz de trueno, escupe maldades y liquida a sus enemigos con la velocidad de un rayo. En lo particular no me desagrada para nada esta nueva versión, especialmente porque Benedict Cumberbatch se apodera del papel y de la escena, y termina generando un villano de presencia formidable. Tal como ocurría con los Batmans / Jokers de Tim Burton / Christopher Nolan, uno no tiene por qué caer en la estupidez de abrazar una única versión del personaje, y debe dedicarse a disfrutar lo que le aporta cada intérprete. En este caso en particular Cumberbatch me ha sorprendido gratamente, hasta el punto de agendarlo en mi lista de intérpretes favoritos.
Por supuesto la historia de su origen es similar a la de Montalban: era un super soldado creado genéticamente en el siglo XX (¿una versión fallida de Industrias Stark y el proyecto Capitán América?), al cual se le subieron los humos racistas y terminó siendo congelado por unos 300 años - ¿por qué no matarlo directamente? -, hasta que a alguno se le ocurrió abrir el freezer. Acá la revelación de la identidad de Khan se toma su tiempo como para crear algo de suspenso, o por lo menos provocar un mínimo espasmo de shock cuando Cumberbatch pronuncia su nombre, aunque el 99% de la platea - compuesta por trekkers de pura cepa - está al tanto de qué va el personaje.
Mientras que el lifting de Khan no me plantea problemas, en donde sí comienzo a crujir los dientes es con el desarrollo de la conspiración en la cual participa. Ya levanto el cartel (alerta spoilers) porque es imposible hacer un análisis del filme sin explorar un par de secretos de su trama... los cuales no son tales si uno se guía por la ley de economía de personajes - esa en que uno contabiliza los nombres conocidos del cast, los personajes que han sobrevivido a la mitad de la película y deduce por descarte cuál es el villano de identidad oculta -. Tal como pasaba en entregas anteriores, hay un núcleo corrupto dentro de las altas jerarquías de la Federación, los cuales aborrecen a los recién descubiertos Klingons - beligerantes y peligrosos - y desean entablar cuanto antes una guerra, así los sacan del universo de una patada en el trasero. Allí entra a jugar su rol Khan, el cual es forzado a colaborar con la conspiración a cambio del descongelamiento del resto de su equipo - 72 tipos superpoderosos y superinteligentes que están en sueño criogénico -. Mientras que hasta ahí iba todo bien, los problemas aparecen cuando el guión intenta explicar por qué Khan hace lo que hace, vomitando una serie de parrafadas reñidas con la lógica, o bien dejando agujeros argumentales por los cuales pasaría la Enterprise. Que alguien me diga por qué: 1) un tipo con conocimientos del siglo XX es capaz de desarrollar superarmas desconocidas para el siglo XXIII; 2) el mismo tipo carece de conocimientos como para sacar del sueño criogénico al resto de sus amigos (algo que sería una tarea intelectual mucho más simple); 3) el mismo tipo es capaz de raptar (uno a uno, y sin que nadie se de cuenta de su ausencia) cada uno de los 72 supersoldados que formaban su escuadrón y que el verdadero villano tenía secuestrado (¿qué dejó en el lugar de los cuerpos?; ¿almohadas?); 4) además, tiene el pésimo tino de esconderlos en el interior de torpedos de protones, en vez de llevárselos a su casa o meterlos en un almacén; 5) conoce (¿cómo???) que a Kirk le dieron los 72 torpedos con los tipos adentro, y comienza a negociar con el capitán a partir de ello. Mientras que el plan del falso ataque terrorista para iniciar la guerra es tolerable - y uno diría que hasta hay alguna que otra lectura con los hechos ocurridos durante la administración Bush -, la trama de Khan es increiblemente agarrada de los pelos. Lo cual es una macana, ya que Weller y Cumberbatch son actores de la hostia, y la acción está filmada como los dioses; incluso el resto de los actores de la nueva camada parecen estar más cómodos con los icónicos papeles que deben encarnar por segunda vez, aunque el Spock de Zachary Quinto se ve algo infantil y quejoso por demás.
(siguen los spoilers) Yo creo que los problemas de Star Trek 2: En la Oscuridad tienen que ver con los vicios creativos de los guionistas de la nueva saga: están acostumbrados a saltarse el desarrollo lógico de las cosas, metiendo abundantes deus ex machina y argumentos reñidos con la coherencia, los que van desde el ridículo contrabando de cuerpos en torpedos de protones, hasta las sucesivas degradaciones / ascensos del rebelde James T. Kirk, con la única excusa de mantener la trama siempre en movimiento y de manera espectacular. Para colmo el climax está plagado de dichos excesos, como la recuperación milagrosa de Kirk luego de un serio caso de envenenamiento por radiación, eso sin contar con el pecado imperdonable de recrear una de las escenas más clásicas de la saga, pero con los intérpretes cambiados. ¿Era necesario?. Porque, si se trata de una versión alternativa ocurrida en este nuevo universo, es tan rápida y está tan mal montada que carece de tensión (¿quien cree que van a matar al personaje principal de una franquicia multimillonaria en el momento más exitoso de la misma? - distinto era en 1982, en donde la jubilación de Leonard Nimoy era un hecho más que probable... aunque el tipo después se arrepintió y siguió apareciendo en la serie hasta el día de hoy); y si se trata de un homenaje, seguramente los fans históricos de la saga deben estar rasgándose las vestiduras, ya que la puesta en escena está tan mal orquestada que parece una afrenta a la memoria de uno de los mejores momentos de la franquicia. (fin spoilers)
Viaje a las Estrellas: En la Oscuridad es pasable como espectáculo pochoclero, pero dudo que deje satisfecho al espectador promedio pensante, y mucho menos a los trekkers. La acción es abundante y espectacular pero el componente intelectual deja mucho que desear; lo cual es una lástima ya que el filme posee un casting de lujo - comenzando por Peter Weller y Benedict Cumberbatch - y tenía todas las condiciones para haberse convertido en una obra memorable.
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