Decisiones difíciles
J.J. Abrams lo hizo de nuevo, como decía una vieja canción de Britney Spears. En 2009, cuando estrenó su primera película sobre “Star Trek”, en estas páginas decíamos que había remozado la franquicia aportándole una estética propia de “Star Wars”: estructura narrativa con primera aventura, nudo central y escena de condecoración con final abierto; estética general (batallas, nuevas razas) similares a las de las precuelas.
También que con la idea de rasgar el tejido del espacio-tiempo le permitía generar una nueva realidad alternativa, y así salirse del canon que las series y las películas había creado (sobre todo con la multiplicación de series y la saga de películas posteriores a la VI, que metieron a los Borgs en el medio y cruzaron a envejecidos protagonistas con las estrellas de “La Nueva Generación”. Y que probablemente todo esto había sido un desafío a los trekkies (fanáticos talibanes de la serie).
Quizás todo eso le valió a Abrams la designación de Disney (nueva propietaria de la franquicia) para dirigir el Episodio VII de “Star Wars” (algo que supuestamente no quería, porque prefería ser espectador... hasta que aceptó).
En simultáneo con este dato, estrenó “Star Trek: en la oscuridad”, en la que vuelve a poner en juego los mismos condimentos, pero suma nuevos extremos: por un lado, los trekkies están contentos con que la trama tenga algunos giros que la acercan a las películas gloriosas (I a VI): una intriga que pone en peligro la relación con el imperio Klingon, Sulu haciendo de capitán (como Chekhov en “Star Trek VI: Aquel país desconocido”), y la aparición de Khan como villano en la segunda de la saga (como en “Star Trek II: La ira de Khan”). Además, la nueva aparición de Leonard Nimoy como el viejo Spock del futuro alterno, esta vez como consultor, refuerza la entidad de la saga clásica, sin perjuicio de la recanonización de la franquicia.
Así que la amistad con los fans está garantizada: de yapa, unos buenos diálogos en klingon, saludito vulcano y metáforas malas del doctor McCoy son como un condimento a la cosa.
Por otro lado, avanzó sobre algo que no se vio mucho en la saga: la Tierra del futuro, con sus arquitectura anacrónica, o al menos ecléctica en la combinación arquitectónica (que de todos modos es más creíble que una Tierra hecha de nuevo, salvo que haya habido una hecatombe nuclear, como en todas las Neo Tokio del animé).
Con todo esto, Abrams logra inteligentemente la síntesis entre la lealtad al mito y un sabor actual: lejos estamos de la inocencia de los tiempos en los que Gene Roddenberry pensó los viajes de la USS Enterprise...
Nada es lo que parece
En cuanto a la historia, empieza con una intervención del Enterprise en salvar una civilización primitiva de un volcán, algo que arriesga la vida de Spock, lo que lleva a que Kirk lo salve dejando que los pobladores vean la nave y empiecen a venerarla (un guiño para los paleoufólogos herederos de Däniken). Esto viola la Primera Directriz (en realidad, lo primero tampoco estaba bien) y redunda en un castigo para los dos: Spock va como segundo oficial de otro capitán, y Kirk queda como segundo del almirante Pike, su mentor.
Un atentado motorizado por un agente llamado Harrison hace que los capitanes y segundos oficiales de las naves cercanas se reúnan; en tanto, Kirk advierte que ése era el verdadero plan: reunirlos a todos para matarlos, y aunque se da cuenta tarde, logra poner en fuga a Harrison, no antes de matar a varios, incluyendo a Pike.
De vuelta como capitán por muerte de su superior, recibe la misión de perseguir al terrorista... que está en Kronos, mundo madre de los Klingon. Ahí empieza la verdadera misión, que implicará descubrir imposturas varias, elegir sacrificios, luchar por salvaciones y mostrar cuánto se quieren estos amigos tan diferentes.
Héroes de ahora
Es interesante cómo los personajes crecen y se modernizan: el galán Chris Pine le pone el cuerpo a un James Tiberius Kirk festivo, insubordinado y mujeriego (esas chicas con cola...); Zachary Quinto está muy bien en su Spock, con su transición del contenido vulcano a la “explosión” que vivirá; Zoë Saldana como Nyota Uhura se reposiciona como el tercer personaje en discordia, por encima del doctor Leonard “Bones” McCoy (que igual tiene unos momentos humorísticos, en los que Karl Urban se puede lucir tanto como DeForest Kelley): a estas alturas, es lógico que entre tres protagonistas haya una chica (¿ley de cupo?), y mejor si es bonita.
Benedict Cumberbatch como Khan impacta y da miedo: en cierta forma es su película también. Simon Pegg (Scotty), Anton Yelchin (Chekov) y John Cho (Sulu) hacen los honores a personajes que están muy grabados en la memoria, mientras que Bruce Greenwood (almirante Pike); Peter Weller (almirante Marcus) y Alice Eve (Carol Marcus) vuelven creíbles a sus personajes.