La mirada que acompaña
Mariano Galperín reposa su cámara con habilidad en Su realidad (2014), film que se inmiscuye en la gira que Daniel Melingo junto a su grupo de tango realiza por algunos países europeos.
Melingo supo ganarse su lugar en la escena musical argentina, principalmente durante la década del ochenta del siglo pasado y desde ese momento, con mayor o menor trascendencia, pudo forjar una carrera ecléctica y variada y un reconocimiento en el exterior.
El Melingo que muestra Galperín es un artista que sigue queriendo imponer su particular punto de vista para, así, logar sus propósitos. Creador constante, una película, un instante frente al río, todo puede ser fuente de inspiración.
En una escena la pared blanca de un hotel boutique lo llama a querer plasmar en ella su estado de ánimo, y sin importar las consecuencias, mientras una asistente mira atónita la situación, y Mariano Galperín no aclara si la sorpresa es por la pared "redecorada" o porque lo ve a Melingo "poseído" y en acción. La postura rockera nunca se abandona, o al menos eso demuestra el director en esta película con una mirada que acompaña, y nunca juzga. Y que además apoya la creación y el surrealismo a través de la utilización de figuras retóricas que realzan la narración. De una estación del metro de París, Melingo llega a Buenos Aires. La ciudad lo envuelve. Nunca lo abandona. De hecho en Europa sueña con este lugar y son su mujer e hijo..
Miles de alfajores para compartir con su familia mientras en la pantalla compañeros y músicos (Andrés Calamaro, Jaime Torres, Iván González, etc.) le afirman su espíritu artaudiano, le hablan, lo secundan en las improvisaciones, que con su espíritu transgresor, lo lleva, por ejemplo, a cantar “Canción para mi muerte” al ritmo de la marcha peronista.
Galperín espía, en cada presentación está detrás de los músicos y nos regala las performances. Estamos allí con ellos, nada imposibilita el viajar a París, Viena o nuevamente Buenos Aires para poder comprender la cristalización del trabajo de Melingo.
En la calle ambos juegan, saben que entre los dos el discurso creado es potente y liberador, con el plus de los planos cercanos y detalles en blanco y negro como para evitar la disipación. Porque queda claro, que además, Melingo es una persona muy fácil de distraerse, y por eso el manager lo persigue constantemente por todos los lugares para que pueda llegar a tiempo a las presentaciones y viajes. Pero por suerte está Galperín para documentar todo y construir, además, una mirada particular que todo el tiempo reafirma la libertad del artista.