Onanismo melancólico
Ahora que la industria está terminando de exprimir la década de los 80s por cuanta fuente de nostalgia es posible - tal es así que se ha visto forzada a inventar su propio material nostálgico, como Dos tipos peligrosos (The Nice Guys, 2016) y la serie de Netflix Stranger Things - viene a por Trainspotting (1996), una de las películas más icónicas de los 90s. ¿Son los 90s los nuevos 80s, en términos de explotación in memoriam?
Si no quedaba otra que hacer una secuela, podría haber salido mucho peor que T2 Trainspotting (2017). El film reúne al director Danny Boyle, el guionista John Hodge, el autor Irvine Welsh y gran parte del elenco original, incluyendo a Ewan McGregor, Jonny Lee Miller, Ewen Bremner, Robert Carlyle y Kelly Macdonald. La gran decepción es que no trata sobre nada en particular ni posee una identidad propia salvo como el eco de una película mejor - un enorme suspiro de nostalgia y nada más.
Trainspotting está lejos de ser perfecta pero se inmortalizó como parte de algo más grande que sí misma - un fenómeno que trascendía la película (y el libro, y la obra de teatro) y capturaba el fantasma de la época. Sus personajes eran los herederos de una cultura punk que había destapado la maquinaria detrás del sistema, y ahora conducían sus vidas con un cinismo autodestructivo. ¿Contra qué revelarse, habiendo descubierto que todo daba igual?
La verdad es que T2 Trainspotting se anima a poco y nada. Ciertamente no causa el impacto de la primera, que con humor negro y sensibilidad expresionista lidiaba con el tabú de la drogadicción. Da la impresión de que existe porque la industria está experimentando una ola de “revivals”, y no porque tenga nada particularmente urgente para decir o mostrar. Lo peor que se puede decir de ella es que es un film sin ambición, y que con recordarnos al anterior le basta. Quizás es apropiado. Sus propios personajes viven atascados en una nostalgia similar.
La historia comienza con Renton (Ewan McGregor) sufriendo un infarto y regresando a su nativa Edimburgo tras vivir veinte años en Ámsterdam. Allí se reencuentra con sus antiguos compinches heroinómanos Sick Boy (Jonny Lee Miller), que ahora se hace llamar Simon y se dedica a prostituir a su “novia” búlgara Veronika (Anjela Nedyalkova) para luego chantajear a sus clientes, y Spud (Ewen Bremner), que sigue prendido del caballo. Por cada “amigo” con el que Renton se reencuentra, es brutalmente atacado - todos le siguen recriminando la estafa de la primera película. El más resentido de todos es el psicópata Begbie (Robert Carlyle), que se escapa de prisión en el primer acto y el resto de la película construye suspenso hasta que finalmente cruzan caminos.
La película es básicamente eso - una serie de reencuentros cómicos entre viejos conocidos, cada uno inflado por la expectativa y el regocijo de ver finalmente a toda la pandilla reunida. En el camino tenemos varios falsos comienzos de temas - el choque entre pasado y presente, el aburguesamiento de la clase baja, la reincidencia de los viejos hábitos, el sacrificio en nombre de la progenie. Pero a fin de cuentas no trata sobre nada salvo el homenaje que se hace a sí misma. En un momento hay un monólogo similar al famoso “Choose Life”, en el cual Renton despotrica contra las redes sociales y las nuevas formas de hipocresía coyuntural, pero no dice nada que no se haya oído ya varias veces en películas más viejas y más relevantes. Tampoco tiene nada que ver con el resto de la historia, pero para el caso, ¿de qué va la historia? Cada vez que parece que va a tratar sobre algo pasa a otra cosa y se pierde.
Mirando T2 Trainspotting, es difícil imaginarla como el clásico instantáneo que fue su antecesora. Danny Boyle recrea el look de la primera película con videos caseros y un generoso uso de material de archivo, y varias escenas y tomas sirven de referencia u homenaje a momentos que nos suenan familiares. La película logra verse como una secuela auténtica y sus personajes parecen haber evolucionado de manera lógica. Pero no posee secuencias equivalentes a las de la repugnante zambullida en “el inodoro más sucio de Escocia”, la sobredosis al compás de “Perfect Day” de Lou Reed o la infernal desintoxicación que sufre Renton - nada que se asemeje a ese nivel de pregnancia o genialidad.
T2 Trainspotting está hecha exclusivamente para los fanáticos del film de culto, pero los fanáticos de Trainspotting probablemente son el tipo de gente que saldría de verla con la sensación ultrajada de haber visto a su banda preferida venderse luego de tantos años en candilejas. El mero hecho de existir y ser una película tan complaciente consigo misma deshace en gran parte la contundencia del film original, que era más cínico y agresivo y se jugaba por una filosofía determinada en vez del onanismo melancólico.