Una secuela a pura nostalgia
Debe haber pocas películas tan de culto entre la nueva cinefilia como Trainspotting, recordada (e influyente) mirada al submundo de la delincuencia, la marginalidad y las drogas duras de los suburbios de Edimburgo. El director Danny Boyle, el guionista John Hodge (ahora trabajando a partir de otra novela de Irvine Welsh como Porno) y el cuarteto protagónico regresan veinte años más tarde con una secuela a pura nostalgia. El humor negro y el desenfreno permanecen, pero la historia está impregnada de tristeza y deja un regusto bastante amargo (lo que no necesariamente es algo negativo). Cual banda de veteranos rockeros que vuelven a los escenarios, iremos conociendo el pasado y el presente de Renton (Ewan McGregor), quien abandona un exilio en Amsterdam; de Danny / Spud (Ewen Bremner), que sigue consumiendo heroína mientras su vida familiar se derrumba; de Simon / Sick Boy (Jonny Lee Miller), que continúa cometiendo todo tipo de estafas en compañía de una atractiva joven búlgara llamada Veronika (Anjela Nedyalkova), y del psicópata Begbie (Robert Carlyle), quien logra fugarse de prisión con la única obsesión de vengarse de Renton por la traición del film original.
En este universo casi totalmente masculino de sexo, drogas, rocanrol y fútbol habrá tiempo para reconciliaciones, nuevos engaños y homenajes. Una película atractiva pero algo limitada en su explotación melancólica de unos antihéroes que ya forman parte de la historia del cine. Ni más ni menos que eso.