Un poco más de 20 años después de la original, el realizador inglés reúne a los protagonistas de aquella mítica película para una reunión que, en la ficción, se produce cuando Renton (Ewan MccGregor) vuelve a Edimburgo tras vivir todo ese tiempo en Holanda. Es una secuela innecesaria pero de todos modos bastante entretenida.
Para buena parte de una generación, la original TRAINSPOTTING fue una película reveladora en más de un sentido, una que marcó un giro cinematográfico, musical y hasta cultural. Surgido en medio del despertar artístico británico de mediados de los ‘90 (el estreno de la primera parte está separado apenas unos meses del boom del “brit-pop”), el filme de Danny Boyle basado en la novela de Irvine Welsh sobre un intenso y complicado grupo de amigos escoceses de Edimburgo ha alcanzado hoy características míticas.
Como una banda de rock que se reúne después de muchos años para salir de gira, los integrantes originales –y el director– regresan ahora en T2: TRAINSPOTTING, una innecesaria pero medianamente efectiva secuela que no decepcionará a los fans de la original, aunque tampoco propone nada nuevo para los que jamás fueron parte del culto. Volviendo a la comparación con la banda de rock, es como si el cuarteto protagónico tocará buena parte de sus grandes éxitos con eficacia y profesionalismo, pero sin la pasión ni la originalidad de antes. Además, claro, los temas hoy ya no impactan ni sorprenden como en su momento ya que los descendientes de TRAINSPOTTING fueron muchos y usaron su estilo casi hasta agotarlo.
Ver la segunda implica revelar parte del final de la primera así que —spoiler alert para los que no vieron la original– T2 comienza con una suerte de ataque cardíaco que sufre Renton (Ewan McGregor), que lo lleva a volver a Escocia tras haberse pasado los 20 años desde aquellos hechos en Holanda. Begbie (Robert Carlyle) está en la cárcel desde hace tiempo, Spud (Ewen Bremner), pese a sus reiterados y absurdos intentos por recomponerse, no pudo salir de su adicción a la heroína, y Sick Boy (Jonny Lee Miller) hoy se dedica al chantaje engañando a clientes junto a una prostituta del Este de Europa.
La llegada de Renton trastoca todo y lleva a los ex amigos a enfrentarse otra vez, no solo por las deudas y traiciones que terminaron separándolos al final de aquel filme sino por otros nuevos proyectos que los vuelven a poner en situaciones complicadas, especialmente a Renton y Sick Boy. Begbie, más violento que nunca, escapa de la cárcel y apenas se entera del regreso de su ex amigo lo busca para vengarse mientras que Spud encuentra una veta que puede ayudarlo a salir de su siempre deprimente situación.
En lo formal la película mantiene algunos de los trucos de entonces (congelamientos, movimientos bruscos de cámara, el uso de luces estroboscópicas y musicalización permanente) y le agrega muchos flashbacks no solo de la película original (refrescando escenas acaso olvidadas, alteradas para lucir como películas gastadas) sino hasta de la infancia de los protagonistas. Pero la anarquía creativa de Boyle ya hoy está instalada en el lenguaje audiovisual y no sorprende como antes, por lo que el filme raramente tiene la intensidad y la potencia de aquella.
Es cierto que los protagonistas son hoy todos cuarentones, con dolencias físicas y obsesiones más mundanas (o patéticas) que las de dos décadas atrás, por lo que es lógico también que la película funcione a su ritmo actual. T2 no busca el facilismo de la secuela pop que intenta copiarse más del mito que de la lógica original. Por el contrario, es casi tan oscura y por momentos desagradable como la original, con escenarios igual o más depresivos. Y si bien no toca la situación política actual británica (ni el brexit ni el fallido plebiscito por la separación de Escocia de Gran Bretaña), es claro al ver el estado de muchos de los lugares que la situación económica no es para nada rosa.
La música es una pérdida importante en la secuela, ya que lo que más queda en la memoria son reversiones de canciones famosas por su paso en la primera película (de Perfect Day a Lust for Life pasando por Born Slippy), pero los temas nuevos no parecen tan efectivos ni icónicos como los de entonces, salvo uno de los muy recomendables Young Fathers. De hecho, una escena musicalizada al ritmo de Radio Gaga, de Queen, se transforma en uno de los momentos más memorables del filme Y la canción fue editada cuando Renton y compañía todavía iban a la escuela primaria.
El guión vuelve a ser de John Hodge, el corazón de la trama está sacado de PORNO, de Irvine Welsh (que transcurría diez años después de la original y no 20), hay algunas bromas que solo los futboleros apreciarán y otros guiños a los obsesivos de la primera parte. En las inmortales palabras de un rockero legendario, “they are only in it for the money”. Pero por lo menos entregan un producto entretenido hasta que llegue la reunión de 2037 con todos en el geriátrico… De esa preferiría pasar.