Elige una vida (o dos)
“Nunca segundas partes fueron buenas” dice el refrán, algo que por lo general suele ser acertado en la gran mayoría de ocasiones. Pero el caso concreto de T2: Trainspotting es extrañamente peculiar porque no encaja en ninguna de estas dos situaciones. ¿Cómo calificar por tanto una secuela que es totalmente innecesaria pero deliciosamente honesta y divertida?
Danny Boyle sabe perfectamente a lo que juega. El cineasta no trata de elaborar un filme que desbanque o se compare al anterior, sino que directamente evita crear esta tesitura lo cual resulta ser una decisión muy inteligente. Para ello trabaja una película que supone un recuerdo de su predecesora, una obra que se convierte en un simple homenaje pero que funciona correctamente.
La nostalgia es pues un elemento que se respira en el aire de T2: Trainspotting. Encontramos numerosos guiños y flashbacks a lo largo de su metraje que nos hacen rememorar la vida pasada de Sick Boy, Spud, Begbie y Renton. Guiños y flashbacks que son parcialmente necesarios para contar la nueva historia que aquí vemos pero que también cumplen la función de hacer ese homenaje comentado anteriormente. Cabe citar aquí ese maravilloso momento en el que el personaje interpretado por Ewan McGregor se incorpora para apoyarse en un capó y luego brindarnos esa espectacular y mítica carcajada.
En la película también abunda el clásico humor negro británico, un aspecto muy presente en todo el cine de Danny Boyle (y muy similar por cierto al que usa Guy Ritchie). De todos los puntazos y escenas cómicas del filme —varios de ellos protagonizados cómo no por Spud—, destaca la secuencia en la que Renton y Sick Boy se cuelan en una reunión de una asociación protestante para robar. Allí se crea una situación hilarante bajo el canto There were no more Catholics left.
Pero T2: Trainspotting también viene cargada de drama, y es que sus personajes siguen teniendo mucho que contar, que enseñar. Temas como la amistad y las drogas siguen siendo el centro sobre el que gira la trama. A ellos se suma una fuerte crítica social, que en esta secuela alcanza su esplendor con el monólogo de Renton Elige una vida. Este discurso supone a su vez un enlace con la original, que precisamente empieza también con una reprobación de los aspectos más absurdos del capitalismo y de la sociedad actual.
Respecto a la historia en sí, esta se centra en el reencuentro de los personajes veinte años después de los hechos sucedidos en Trainspotting. Boyle busca por tanto cerrar un relato que no hacía falta volver a tocar, de ahí la innecesaridad que supone el punto de partida del propio filme. Pero como también se ha comentado previamente, el hecho de enfocar la película desde el punto de vista de la añoranza la convierte en una pieza digna y sincera.
Además el final esta vez parece ser que cierra el círculo por completo. Uno de los lemas de esta segunda parte reza: “Primero hay una oportunidad, después una traición”; en esta secuela el engaño último lo comete la chica, de forma que la amistad de sus protagonistas no se ve truncada como sí sucedía en la anterior (a excepción está claro del pobre Begbie, personaje que vive en una dimensión completamente diferente).
Es imposible hablar de Trainspotting sin hacerlo también sobre música. El melómano que es Danny Boyle recarga la película de canciones de estética rock y sobretodo punk como ya hizo en su primera parte. De entre ellas destaca como no Lust for Life de Iggy Pop, símbolo indiscutible de ambos filmes. A su vez merece una mención en esta ocasión el uso de un tema de The Clash, (White Man) in Hammersmith Palais, una de las mejores bandas a las que ha dado luz el Reino Unido.
Por último, cabe tratar aunque sea brevemente el aspecto técnico de la obra. Boyle abusa de los planos aberrantes, las dobles exposiciones y de los efectos digitales con el objetivo de crear una atmósfera en parte nostálgica y en parte representativa del mundo de la drogadicción. Encontramos aquí de nuevo varias referencias al filme original.
Se hace también un uso muy narrativo de la fotografía, hay que destacar concretamente el plano en el que Renton visita la casa de sus padres: su madre ha fallecido, sin embargo cuando se sienta junto a su padre en la mesa de la cocina una sombra proyectada en la pared nos recuerda la existencia de este personaje femenino; una imagen que habla por sí sola.
T2: Trainspotting es por tanto un caso muy singular, una segunda parte que no es ni mejor ni peor que la original, porque simplemente no se puede comparar con ella. Es pues una obra completamente diferente, un sueño o un recuerdo de un tiempo pasado, de quienes fuimos una vez.