Muere joven y dejarás un cadáver bonito
Es difícil volver a ser un hito generacional. El film Trainspotting (1996) lo fue, y aunque estaba basado en situaciones del libro de Irving Welsh, las diferencias entre ambos eran notables. Lo importante del film, en esa adaptación, fue lograr plasmar el espíritu del libro y de una época, a pesar de su narrativa anárquica. Luego el film trascendió por naturaleza propia, claro, en el vértigo y la fantasía de un tipo de juventud, de una escena musical (tecno, punk y rockera), con las drogas como condimento, para un grupo de chicos de Edimburgo.
Entonces, está claro que poner el nuevo film a la altura del anterior es innecesario. Lo mismo ocurre al comparar T2 con la secuela literaria “Porno” con la que tiene poco que ver, más allá de tomar la idea del sexo gestionado por Sick Boy.
El problema de Trainspotting 2 pasa justamente porque esta secuela pone, sin que nadie se lo haya pedido, a su predecesora en un lugar de culto muy grande y por eso mismo pierde fuerza. Es un homenaje a la primera parte y no desea despegarse en ningún momento. Sin dudas, el film merece un homenaje y es de culto, pero no en el corazón narrativo de la segunda parte.
Por eso, se puede decir, que así como la original toma a la droga más dura de ese momento (la heroína), en este caso, la droga que actualmente hace estragos en el mundo de las ficciones, la droga de la nostalgia (?) es la protagonista aquí.
Ahora bien, sacando eso, la seriedad puesta desde la dirección, la musicalización y la actuación de los que llevaron a cabo esta segunda parte, hace que valga la pena ir al cine y volver a recordar.
Así como crecimos con Toy Story, y luego volvimos a verla hace unos años, lo positivo en ese reencuentro fue que se creó una historia nueva a partir del crecimiento de Andy. En Trainspotting 2, vuelven a recordar lo mismo 20 años después, y queda una sensación de estancamiento tremenda. Quizás el acierto allí fue abordar el crecimiento de esa juventud. Así como los hippies se volvieron yuppies, los chicos de Edimburgo (y quizás toda una generación) se encuentra decepcionada por un presente sombrío, donde la promesa del progreso no se cumplió y los movimientos de nacionalismo crecen aplacando a la Europa unificada.
Renton (Ewan McGregor) vuelve de Holanda, después de 20 años, luego de un ataque al corazón y viendo que su vida deambula sin sentido; Spud (Ewen Bremner) sigue siendo un adicto a la heroína, pero tiene un hijo y una ex mujer; Simon o Sick Boy (Jonny Lee Miller) continúa en el camino de la estafa y Begbie (Robert Carlyle) en cana, con ansias de tomarse revancha de Renton.
El film retoma la bronca de los protagonistas con el final fresco, 20 años después. Y gira todo el tiempo alrededor de eso. “Eres un turista de tu propia juventud”, le dice Simon a Renton. Esta nueva trainspotting es básicamente eso.
La continuidad también se marca en una excelente banda de sonido que acompaña Trainspotting 2, también con algo de nostalgia encima (Radio gaga de Queen y Dreaming de Blondie, por ejemplo). Pero también tiene brillo propio por un sonido más actual. Nunca va a estar a la altura de la original, pero tampoco se propuso convocar a las bandas más calientes del momento y ese detalle ya es un toque de originalidad a favor.
El mismo estilo persiste con respecto a la dirección y la puesta de cámaras. Mantiene los mismos cortes de tiempo y juega con distintos tipos de filmación. En esos puntos, el film no decepciona y la actuación, sin descollar, está a la altura de las circunstancias.
A pesar del buen agregado de Veronika (Anjela Nedyalkova), socia y compañera de Sick Boy, que se complementa muy bien con Spud y Renton, las situaciones que se suceden no muestran más que un par de travesuras y quedan opacadas por el recuerdo y el brillo de lo que fueron las anteriores, ya sea en los flashbacks de la primera película, como en escenas de sus infancias que no fueron parte de la predecesora.
La comedia y las escenas de acción, sin dudas, la hacen entretenida y no generan un producto aburrido para el espectador, más allá de cuestionamientos a ciertas resoluciones que suceden. En ningún momento las dos horas se hacen largas, ni pesadas. Al rasguñar un poco más, es cuando se encuentra la decepción y la falta de un mensaje que en la original estaba más que presente.