Adictos a la nostalgia…
Cualquier cinéfilo que ronde hoy los 40 años seguramente recuerde Trainspotting con mucha nostalgia. Aquella joya del cine británico marcó a toda una generación con su descarada y tragicómica visión de la adicción de la heroína, al tiempo que hacía célebre a Danny Boyle, quizás uno de los directores más creativos del cine de las últimas décadas, sobre todo en lo que se refiere a su trabajo con la edición. Trainspotting 2, más allá de lo cinematográfico, poco y nada tiene que ver con su predecesora, en el peor sentido de la comparación.
Trainspotting 2 carece de verdaderos motivos de existencia, más allá de lo comercial y la nostalgia. Con algunos retazos de muy buena cinematografía, la película intenta ensayar un argumento pero lamentablemente cae en una trama inocua e inverosímil, que difícilmente logra cautivar al espectador del nudo hacia adelante. Más allá de la excitación y las expectativas que puedan reinar durante la primera hora de duración, el filme termina siendo una mezcla de situaciones vagas y personajes deslucidos.
Trainspotting 2 es simplemente un placebo para los adictos a la nostalgia; una continuación completamente innecesaria para los espectadores, perfectamente prescindible.