Carácter de escorpiana
Lola tiene una carrera encaminada, por más que entre a cada reunión portando una carpeta con la idea que le gusta y otra con la que el jefe va a aceptar. También tiene resuelta su vida sentimental, a dos meses de casarse con un novio que cuando más lo necesita no le atiende el teléfono. Le falta poco para cumplir los treinta años y nunca conoció a su padre. Todas esas certezas sobre su vida son falsas, pero solo de las últimas dos va a tener conciencia apenas comenzada la película, al recibir el llamado de un abogado para recibir la herencia de su padre, que acaba de morir. Al enfrentar a su madre sobre este pequeño detalle que omitió contarle toda la vida, se entera que también su fecha de cumpleaños es falsa y en realidad ya pasó los treinta hace unos meses.
Con toda su realidad desbalanceada, decide acudir al día siguiente a la cita con el abogado en Mar del Plata. Pero con su auto fuera de servicio y su futuro marido más preocupado por su trabajo que por darle apoyo, recurre casi accidentalmente a su ex pareja Teo, un frustrado cineasta que se gana la vida editando videos para niños y cuidando de su hermana adicta. Ella lo convence de ayudar a Lola, asegurando que también le resultará beneficioso el paseo.
Pero el viaje a Mar del Plata es apenas el inicio de su recorrido. Allí la espera la pareja de los últimos 27 años de su padre, con el pedido de llevar las cenizas al terreno de Bariloche que le dejó en herencia a su hija, de la que desconocía su existencia hasta que leyeron el testamento. Aún más descolocada que antes de llegar y ansiosa por escapar de una situación con su novio que no está en condiciones de enfrentar, Lola insiste en salir inmediatamente hacia allí, arrastrando a sus tres acompañantes a la ruta una vez más. En la ruta cada cual podrá replantearse su presente y lo que desea de la vida, comprender si deben conformarse con lo que han logrado hasta entonces o todavía están a tiempo de aspirar a más.
Como el volcán
No se puede decir que Tampoco tan grandes sorprenda con cada giro de la trama o que no pase por muchos lugares comunes de la comedia romántica, pero se hace cargo de cada uno de ellos y se preocupa por resolverlos lo mejor posible sin importar lo previsible que pueda resultar.
La pareja que no supo prosperar pero nunca dejó de quererse (y que al reencontrarse se sacan chispas) es un clásico que solo funciona bien cuando ambos intérpretes logran una química que desborde la pantalla, algo que sin discusión consiguenPaula Reca y Andrés Ciavaglia en cada plano que comparten. Ellos dos son el centro de todo, pero cada frase y cada gesto que hacen los cuatro intérpretes está medido para causar el efecto que tiene que causar, sin que sobre o falte nada. Van plantando pequeños datos a sabiendas que eventualmente van a significar algo.
Y nada mejor para sostener un buen ritmo en una trama que lograr que todo aporte algo, que nada sea superfluo o repetitivo. Hasta el estereotipado personaje que interpreta Miguel Ángel Solá, que parece retrasar un par de décadas al igual que algunas reacciones de los personajes que lo rodean, logra mostrar facetas a su carácter y generar empatía, trascendiendo ese lugar común en que se lo pone como premisa y cuyos trazos gruesos generarían fastidio en manos más incapaces de ablandarlos.
Con el foco puesto siempre en el guión y las actuaciones, todo el resto de la producción acompaña con mucha corrección, sin salirse del lugar de apoyo. En esta clase de productos no esperamos encuadres arriesgados o iluminación efectista, pero destaca con una banda de sonido interesante, utilizando detalles de vestuario y ambientación para reforzar rasgos de los personajes que hasta explican fragmentos de la trama, nunca pretendiendo correr el eje de las actuaciones de sus protagonistas. Tampoco tan grandes no pretende revolucionar, solo contar una historia que entretenga y emocione. Metas que cumple con maestría.