Acorde con el Día de los Enamorados se estrena una comedia sobre... dos desamorados. Fueron novios, ahora es tiempo de reproches. Pero tampoco están tan desamorados como para no meter la pata de nuevo. Él tiene bastante paciencia, un transporte escolar, una hermana cargosa y está editando un video ajeno (lejos quedaron mayores sueños). Ella es impaciente, escorpiana, se cree superior a los demás, y cree también un par de cosas sobre su vida, que a poco de comenzar la historia descubrirá que eran falsas (y la madre es como ella, ni se molesta en disculparse).
Aparece luego un hombre ya mayor, verdaderamente enamorado: 27 años pasó felizmente en pareja. Ahora enviudó. Su pareja era el padre de la chica y ninguno conocía la existencia de la otra persona. Y ahora todos juntos van a hacer un viaje, a un lugar donde “cenizas quedan”, como dice el refrán. De paso, cada uno de los jóvenes hará su propio viaje interior, a ver si cambia algo. El viudo, mientras, sigue viajando en la felicidad de los buenos recuerdos.
Ese personaje lo encarna Miguel Angel Solá. Un deleite ver de qué manera evita manierismos, la forma en que modula sus expresiones, cómo transmite calidez. Aparece avanzada la trama, como aparecía el héroe en las películas de Tarzán, solo que él no viene a salvar a nadie.
Enriquece la obra, eso sí, y le aporta más gracia y atractivo. Paula Reca y Andrés Ciavaglia forman la pareja central. María Canale completa el cuarteto. Paula y Máximo Reca, hermanos, encabezan guión y producción. Catalina Oliva, directora de arte, Diego Poleri, fotografía, Federico Sosa, director, son los otros pilares. Buen director, Sosa. Y buena ocasión para recordar su corto sobre otro tipo enamorado, “Argentino Vargas”, con Emilio Bardi y Mónica Galán.