Ganadora de la sección Panorama argentino del último festival de Mar del Plata, Tampoco tan grandes es una de esas películas en las que todo funciona.
Como toda comedia romántica, su gracia está en ver a través de qué caminos el relato llegará al final que intuimos. También es una road movie, es decir que los desplazamientos serán los que hagan avanzar la historia. Y es, también, un relato sobre la generación que ahora tiene treinta y tantos, pero conserva mentalidad y corazones propios de los 20 años.
Con pocos personajes y grandes interpretaciones, el filme dirigido por Fernando Sosa comienza cuando Lola (Paula Reca) se entera de que su padre acaba de morir en Mar del Plata y le ha dejado una herencia. Debido a una serie de sucesos, recurre a su ex novio Teo (Andrés Ciavaglia) para que la acompañe a destino.
Teo está en la situación opuesta de Lola: en plena crisis existencial y cuidando de su hermana con problemas de adicciones. Así que accede a su pedido con la condición de que los acompañe su hermana. Así se forma el primer grupo que viajará hasta la costa, donde conocerán a Natalio (Miguel Ángel Sola), viudo del padre de Lola, personaje entrañable que tiene la sabiduría y templanza que les falta a los demás.
El viaje continuará hacia Bariloche, con interminables kilómetros y horas de silencio para llenar. Por más hermosos que sean los paisajes, no tienen aquí un protagonismo ya que los planos acompañan el agobiante egocentrismo de todos los personajes.
Con diálogos inteligentes, sin salidas fáciles y con la duración ideal, esta historia es una de las mejores opciones en época estival, cuando las carteleras se llenan de dibujos animados y superhéroes.