Alberto (Néstor Guzzini), un cincuentón divorciado y padre bastante ausente, lleva a sus dos hijos (una chica de 14 años y un varón de 8) a un complejo vacacional en las termas de Arapey, cerca de Salto, con la idea de (re)componer la relación bastante distante que mantiene con ellos.
Pero las cosas, claro, no salen como estaban previstas: el lugar dista mucho de ser agradable y, para colmo, la lluvia parece acompañarlos siempre (las tormentas eléctricas les impiden incluso meterse en las piscinas). Las tensiones entre los tres (sobre todo entre la adolescente Lucía y su padre) no tardan en aparecer, las diferencias y frustraciones afloran y el aburrimiento (hasta se ven obligados a conseguir una televisión que Alberto había descartado) se apodera de ellos luego de horas de visitas a lugares anodinos, y de juegos de mesa.
Pero esta tragicomedia bien uruguaya no es para nada aburrida (hay algo de ese humor asordinado, con un dejo entre patético y querible a la vez, de films del mismo origen como Whisky o Gigante , y con reminiscencias del cine absurdo y nostálgico de Aki Kaurismäki), ya que en su segunda mitad Tanta agua deriva hacia una típica y lograda historia coming-of-age (de iniciación) con Lucía escapándose del lugar en plena noche para vivir una experiencia extrema en una discoteca.
Un film al que quizá le sobren unos minutos y al que cuesta ingresar del todo en su primera mitad, pero que crece a medida que avanza y resulta una propuesta inteligente y valiosa, de esas que exponen con sensibilidad las diferentes lógicas de cada uno de los distintos personajes sin juzgarlos. Una más que auspiciosa ópera prima de Guevara y Jorge que -luego de un amplio recorrido por festivales de todo el mundo alcanza un limitado, pero merecido estreno local.