Una ópera prima sencilla, honesta y sensible. Una película consciente del poder de la imagen para transmitir información. No hace falta poner en palabras del personaje, a lo que se dedica. Las directoras resuelven con dos escenas mínimas que hablan por sí solas, la profesión de Alberto. Así como también, con pequeños gestos y miradas alcanza y sobra para que sepamos la situación entre él y la madre de sus hijos, entre él y su hijo y entre padre e hija.
Filmada en el Departamento de Salto, el clima lluvioso de la película es el clima dramático de la misma. El personaje del padre es tan querible y abrazable como un oso panda, y las actuaciones de los niños mantienen un registro siempre moderado y verosímil. El humor, simple y cotidiano, funciona en todo momento. Técnicamente se distingue justamente por su simplicidad a la hora de narrar: la construcción de planos bellos y armónicos y las elecciones de puesta de cámara, algunas desde adentro del auto son simples pero ingeniosas porque manejan muy bien el sonido que se escucha desde el exterior cuando se abren las puertas, desde el interior cuando se escucha lo de afuera, y también el clima interno e íntimo del viaje en auto, que al comienzo es bastante tenso e incómodo...