Con el agua hasta el cuello
Menos es mas, le dice Alberto a Federido, su hijo, haciendo referencia a las señales que se utilizan para jugar al truco, ya que el niño las exagera y las hace demasiado obvias. Y esta frase representa desde el relato cómo está atravesada la película Tanta agua de Ana Guevara y Leticia Jorge, película que tuvo su estreno mundial en el último festival de Berlín. Menos recursos, menos adornos para decir más, mucho más de lo que uno cree. En contraposición al auge de la tecnología, los efectos especiales y la fascinación por lo grandilocuente, esta película es todo lo contrario. Uruguaya hasta la médula, repleta de sutilezas, humor amargo y melancolía, esta diminuta historia nos habla de las relaciones entre padres e hijos, de las diferencias generacionales, de las expectativas que pocas veces se cumplen, de las planificaciones frustradas, de la incomunicación y muchos sub-temas más que pueden estar en la mirada particular de cada espectador. Porque esta película no nos dice todo, nos deja lugares vacíos para que nosotros los llenemos, para que proyectemos lo que querramos (o podamos) y es por esto que nos acerca tanto a ese universo ajeno que terminamos sintiéndolo como propio.
La película comienza con el parabrisas de un auto limpiándose en una estación de servicio, preparativos para un viaje que llevará de vacaciones por una semana a Alberto (padre divorciado y todavía dolido por la separación) y a sus dos hijos, Lucía de catorce años y Federico de diez. Pero la ironía es que este vidrio no estará limpio nunca porque la lluvia amenazará desde la salida de Montevideo hasta el día previo al regreso. Pareciera que se intenta “limpiar” para que la mirada sea más nítida, para poder ver en detalle lo que sucede en el exterior, por fuera de uno, pero lo que ocurrirá en la película será lo opuesto, la imposibilidad de mirar al otro.
La historia se centra en Lucía, una adolescente que carga con su aburrimiento crónico y con esa sensación de estar siempre fuera de lugar, de mirarse al espejo y sentirse fea, de avergonzarse de los chistes de su padre y claro, de sentirse atraída por un chico que por supuesto mirará a su flamante, rubia y voluptuosa amiga (aunque con graves problemas fonéticos que a ningún varón de catorce años le va a importar en lo más minimo). Lucía sólo parece querer hundirse bajo al agua, contener la respiración y desaparecer, y eso hace. Huir del mundo, pero para volver a salir a flote (esa es mi construcción subjetiva de lo que pasará) ser parida de vuelta, salir del líquido amniótico y volver a dar su primer respiro, bueno… crecer aunque sea un poquito.
Con momentos de risas agridulces, pero también de tensión e incomodidad, no podemos dejar de hacer un viaje por la memoria, volver a los catorce años y recordar, o mejor dicho sentir lo que uno padecía en ese entonces. ¿Quién no sufrió irse de vacaciones con sus padres, o lo que es peor, con su padre con el cuál ni siquiera convive y no puede cruzar más de tres palabras seguidas? Y todo esto reforzado por el clima húmedo y tormentoso, en una pequeña casita en las Termas de Uruguay plagada de gente mayor, sin televisión ni nada para hacer, y donde el plan más excitante es ir a ver el río (al borde de la inundación) o hacer excursiones a alguna fábrica de la zona. Bueno, patético es poco. Y la lluvia que siempre está presente, entorpeciendo, aprisionando y estropeando los planes. Nada peor que salir de viaje con las valijas llenas de expectativas y que ninguna de ellas puedan ser cumplidas.
La película dice estar dedicada a “nuestros padres” porque supongo que el tiempo (y el psicoanálisis) nos dan la sabiduría para intentar entender que no todos saben demostrar afecto, pero que se supone que más allá de los silencios el sentimiento está (o por lo menos eso necesitamos creer).
Y la lluvia sigue… Y la pileta tan anhelada se disfruta solamente el último día, ese día que están por volverse a la ciudad. Pero aunque sea tarde, el sol se asomó por un rato y lograron sumergirse en el agua sin llegar a ahogarse, sin que nada cambie demasiado tampoco, pero aunque sea pudieron refrescarse un rato.