En Taranto (2020), los cuerpos, acentos, gestos y rostros reflejan el lugar de nacimiento como un crisol de estas vidas diezmadas por la acería más grande de Europa. Víctor Cruz detalla a partir de los tarentinos el efecto pasado y actual de la fábrica ILVA sobre la salud de los ciudadanos, y la confrontación entre la ineptitud gubernamental y los activistas. El realizador no quiere que estos sean solo cuerpos de denuncia. Por ello mantiene un diálogo entre el mencionado activismo, el registro histórico, la estética y la antropología. Así ninguno de estos cuatro ejes se impone. Por una parte, los propios entrevistados conversan en varias ocasiones con terceros en escena o reaccionan ellos mismos a momentos cruciales en el paulatino desmantelamiento de la acería. La cámara interviene y la marca cronológica resalta con la tipografía las fechas de videos periodísticos grabados entre los 60s y los 2010s. Aunque Víctor prefiere que oigamos y observemos a los tarentinos y la geografía al sur de Italia, no solo lo que plasmaron los medios. Esto se sostiene de tal manera que por lo menos en cuatro ocasiones, oímos a los entrevistados antes de ver sus rostros. Aquí está hablando Tarento (en español) no solo como metáfora de que todo ciudadano personifica su lugar de nacimiento. También nos brinda esta impresión la cámara que los muestra desde su punto de vista, el de ellos y el de la ciudad. Por ejemplo, mientras oímos a la fotógrafa Anna Svelto o a Carmelo Attolino, vemos su entorno de trabajo y luego sus rostros al borde del plano, gesticulantes o caminantes. Ahí está la invitación a contemplar y entender al ser humano como parte de un contexto más importante que él. Con una o dos excepciones, la obra mantiene esta confianza en la palabra, la imagen y el cuerpo antes que del semblante durante su breve duración. Incluso en dos escenas mientras algunos entrevistados hablan parados en un primer plano, la cámara los desenfoca y vemos con claridad el fondo mientras los seguimos oyendo. Así ocurre con el último momento donde habla el ambientalista Alessandro Marescotti. Cuerpo y paisaje son una misma identidad aquí y tal vez en oposición con esta simple idea, los migrantes queramos teorizar, problematizar y rebatir una verdad como esta con muchas aristas. Esas excepciones también dan cuenta de que Cruz no embellece en exceso estas vidas a través de lo audiovisual. Ciertamente la dirección de fotografía ilumina con delicadeza ciertas tomas sobre todo las dedicadas a los campesinos o las de los edificios residenciales. En otras escenas la cámara en mano muestra de entrada a los ambientalistas como Marescotti que dan la cara física y política desde su profesión ante el grave proceso de deterioro de la ciudad. Es significativo además que los representantes públicos aparezcan después de la mitad de la película. Así el montaje de Marcos Pastor y Cruz sugiere que la ciudadanía de todo país es la que suele padecer primero los engaños estatales y gubernamentales. Esto lo presentan aquí sin victimizar a los entrevistados. Además con el inicio se deja en claro que este abordaje no pretende ser social. Primero conocemos el origen mítico de Taras narrado desde la costa y luego Svelto presenta y habla en su estudio sobre viejos registros de la ciudad. Estos denuncian el índice mortal de ciudadanos con cáncer y tumores. Por otro lado, Umberto Attolino, habitante de la ciudad, también lo hará con emoción posteriormente mientras sube un edificio residencial donde vivieron vecinos ya fallecidos. En otra escena uno de los entrevistados discute con una vecina bien informada que está en desacuerdo con responsabilizar enteramente al IRVA. Al final de esta obra, una de las que inauguró el BAFICI; los ciudadanos muestran soluciones y forman a los jóvenes. En medio de su preocupación porque emigrarán de Taranto por falta de futuro, esta crónica apresura al menos posibilidades de cambio mas no respuestas certeras. Y a pesar de que los políticos no son quienes primero dan la cara como deberían, Cruz halla tiempo para que un activista en la preservación natural y ciudadana de Taranto enfrente al primer ministro de esa época por su negligencia.
Demoledor e inquietante documental sobre las contradicciones entre progreso y sustentabilidad, en este caso a partir de los nocivos efectos en la salud de una acería en el sur de Italia, pero con alcances mucho más amplios. El enfrentamiento entre salud y empleo no es novedoso ni atribuible a una situación particular. Más allá del grado de desarrollo del país y el horizonte político del gobierno de turno, desde Chubut hasta Canadá, desde la Cordillera de los Andes hasta Europa, la problemática atraviesa todas las latitudes y divide aguas entre quienes ven en esos monumentales emprendimientos una oportunidad laboral de enorme relevancia y aquellos que anteponen las consecuencias a mediano y largo plazo. La pequeña ciudad del sur italiano del título es sede de ILVA, la acería más grande del Viejo Continente. Desde 1960 miles de lugareños pusieron el cuerpo a un negocio que con los años demostró no ser la salvación económica que muchos esperaban. Más bien lo contrario, dado que a las pérdidas monetarias se sumó una creciente mala fama internacional, con alertas desde toda Europa y un enorme porcentaje de enfermos de cáncer sobre el total de la población. Así lo de muestran, entre otras estadísticas, 600 casos de niños nacidos con malformaciones solo entre 2002 y 2008. Víctor Cruz (Boxing Club, ¡Qué vivas cien años!) viaja hasta Taranto para indagar en el día a día de un lugar donde el polvillo metálico que sale de las chimeneas, el mismo que tiñe calles, veredas y hasta lápidas, puede levantarse del suelo con un imán. Es una bomba ecológica pero también social, generada por la zozobra de los más de 10.000 empleados ante el futuro de su trabajo, que Cruz no quiere desactivar ni tampoco hacer explotar. Lo suyo es un trabajo de cronista, de intentar entender cómo se llega, qué se pone en juego en una situación de estas características. Taranto recurre a registros periodísticos y televisivos con numerosos testimonios sobre el tema, exhibiendo su voluntad mayormente informativa, contemplativa (los planos generales de las chimeneas dicen mucho más que mil palabras) y expositiva. Expositiva en el mejor sentido del término, ya que saca a la luz aquello que se desconoce, que usualmente se comunica de manera fragmentada, sin que esto implique tomar, al menos en una primera instancia, una posición definida. En épocas de verdades procesadas y de conclusiones veloces y carentes de perspectiva, Cruz no desprecia la ambigüedad sino que se hace cargo de ella reforzándola y poniéndola a su servicio. Son esas tensiones del afuera las mismas que atraviesa Taranto, un documental demoledor e inquietante más interesado en dejar flotando preguntas que entregar respuestas tranquilizadoras.
Crónica documental de Víctor Cruz En su nuevo documental, Víctor Cruz realiza una crónica sobre el drama ecológico que vive la ciudad Taranto (Italia), producto de la contaminación provocada por el polo industrial que contradictoriamente la mantiene viva. En la ciudad de Taranto –en la región de Apulia, el taco de Italia– el trabajo y la enfermedad son la misma cosa. Allí se encuentra la mayor siderúrgica europea, ILVA, que desde 1960 les da trabajo a casi 11.000 obreros. La fábrica aumenta el riesgo de muertes y de enfermedades en su entorno, pero su cierre definitivo hundiría económicamente esa zona del Sur de Italia. Una auténtica "bomba social” que ante su cierre parcial provoca fuertes disputas entre sus pobladores. Víctor Cruz viajó hacia la zona para registrar en primera persona, y a través del formato de la crónica periodística, lo que allí sucede. En la construcción del documental convergen el material de archivo y la entrevista para abrir un debate sobre una serie de tópicos que abarcan dicotomías que no tendrían que serlo. Economía vs salud, desarrollo vs bienestar, sustentabilidad vs contaminación ambiental, privados vs Estado. En síntesis, presente vs futuro en lugar de presente y futuro. El dilema que envuelve a Taranto no es único, sino que es un ejemplo de lo que sucede de manera global. De la Patagonia a Canadá, de América a Europa, de Nueva Guinea a Japón, casos como el de Taranto a menudo son noticia en algún que otro medio cuyos intereses económicos no se vean afectados. Y eso es lo que hace a Taranto (2021) contar una historia universal, por más que esté hablada en italiano y sus protagonistas vivan en otro continente. Lo que Cruz logra captar son las diferentes razones que llevan al hombre a una elección sin sentido. Ya no es ser o no ser. Hoy el dilema de Hamlet se transformó. Ese es el eje central sobre el que se mueve Taranto, un documental urgente con más preguntas que las respuestas que puede dar.
Taranto hace referencia a la ciudad mediterránea del sur de Italia donde ocurre el conflicto principal de este documental dirigido por Víctor Cruz. La película cuenta como la acería ILVA contamina el ambiente, generando un problema ecológico y sanitario que ha cobrado muchas víctimas. A pesar del año, hay un conflicto en el lugar y no todos están a favor del cierre. La película muestra esos dos puntos de vista. Carece del encanto y el estilo de los grandes documentales de denuncia. Digamos que no es Raymundo Gleyzer, por nombrar a uno. Pero Ruiz cuenta su historia con oficio. ¿Por qué esa historia sobre la fábrica italiana aparece en la plataforma Contar? No se sabe, pero la plataforma pública de contenidos audiovisuales tal vez merezca un documental que analice su contenido.
Es una crónica documental de Víctor Cruz que muestra con crudeza lo que ocurre en esta ciudad ubicada en el tacón de Italia, en la región de Apulia. Es donde mueren y enferman mas adultos y niños en Italia, por el polo siderúrgico más grande de Italia. En los años sesenta se instaló allí la acería más grande del continente. En palabras del director “lo que fue la utopía industrialista, apreciada en una zona donde no abundaban las fuentes de trabajo, se transformó en un presente distópico, lleno de enfermedad y muerte”. Pero allí, y esto también lo muestra el riguroso trabajo del realizador muchos defienden el derecho al trabajo que se enfrenta de manera escalofriante a los problemas de salud. El índice de enfermos de cáncer es impresionante. Un destino de zonas pobres y al parecer condenadas por los intereses voraces de los poderosos. Testimonios de luchadores incansables, optimistas contra viento y marea, batallas legales y las pruebas irrefutables de la contaminación feroz.
Crónica de un enemigo. Taranto es una ciudad italiana que se encuentra ubicada en la región de Apulia. Lo que identifica (o destaca, mejor dicho) a esta ciudad es que, trabajar y enfermarse van de la mano. ¿Cómo es esto posible? Fácil: en Taranto se encuentra la mayor siderúrgica de Europa, “ILVA” y es justamente esta empresa, la cual alberga a 11.000 trabajadores, la causante principal que tanto hombres como mujeres y niños, padezcan terribles enfermedades o malformaciones. Esta película dirigida por Víctor Cruz, propone realizar una crónica documental sobre el drama ecológico que gira alrededor de esta fábrica de acero, y es el registro en primera persona el recurso principal para ir desenvolviendo varias dicotomías que tranquilamente no tendrían que serlo. Este documental parte desde la entrevista y el material de archivo para ir construyendo justamente una crónica periodística que, en el constante intento de involucrarse en el asunto, irá sembrando a su paso más preguntas que respuestas. Ya que este dilema no es algo excluyente de esa zona determinada, sino que envuelve (sin exagerar) a todo el planeta en donde la mega producción es moneda corriente dentro del sistema en el que vivimos. Es por eso que podemos decir que Taranto es un film que navega en el sin sentido de la situación en que están metidos los habitantes de la zona ya que, si no trabajan no viven, pero, de todas maneras, si trabajan están sujetos a contraer enfermedades letales.
LA TRAMPA DEL PROGRESO Taranto es una pequeña localidad italiana que fue, luego de la Segunda Guerra Mundial, uno de esos territorios que mejor representó el ascenso económico de la Italia rica. La relación con el sector industrial, con las acerías y la producción pesada, fue lo que convirtió a Taranto en un destino ideal para aquellos que buscaban el progreso. De aquel pasado, señala este documental de Víctor Cruz, queda apenas una ilusión. Taranto, la película, cruza lo medioambiental con lo político y lo social. El carácter contaminante de las industrias que están insertas en el medio de la ciudad ha producido muchísimo dolor y muerte, y el reclamo medioambiental se vuelve cada vez más masivo ante un Estado que no sabe o no puede o no quiere resolver el conflicto: de estas fábricas dependen unas 12.000 personas. El encierro conceptual de buena parte de la sociedad actual se sintetiza en esta ciudad y en este documental: morir de hambre por la desocupación o morir de cáncer por respirar el aire nocivo de las acerías. Un aire que ni siquiera deja morir en paz a los muertos: uno de los testimoniantes se pasea por el cementerio con un imán, levantando el polvo de hierro que se deposita sobre las tumbas. Cruz ofrece un relato urgente, pero lo hace con elegancia y precisión cinematográfica, lejos del panfleto. Una gran escena resume la potencia de Taranto: mientras uno de los ciudadanos reclama por el cierre de las industrias contaminantes, una señora se mete en el plano y comienza a discutirle. El pasaje resume italianidad, pero también dos puntos de vista antagónicos que no parecen poder acercarse ni hallar una respuesta. Esa parece ser la trampa del progreso.
Pies negros "Lo que debería ser un lugar plácido para vivir, fruto de un acto de amor, se convirtió en víctima del capitalismo y sus intereses relacionados, en desmedro de la salud de sus habitantes, y como consecuencia, el enfrentamiento entre los obreros empleados de las fábricas con la necesidad de alimentar a sus familias; y la desmesurada cantidad de tumores, de los habitantes del pueblo. Material impactante Y dificultoso de digerir, sin embargo, imprescindible de ver." TARANTO (2021) Escrita, dirigida y producida por Víctor Cruz. El cierre parcial de la acería más grande de Europa, a causa de la contaminación que produce, divide a una ciudad entre aquellos que denuncian el desastre sanitario ambiental y los que temen perder sus empleos. Salud y trabajo colisionan en el sur de la Italia industrial, víctimas de la codicia empresarial y la desidia estatal. Cruz nos muestra, con un estilo directo y frontal, lo que sucede en la ciudad de Taranto, a través de un notable trabajo de investigación. Por un lado, la zona industrial y en otro el pueblo, (barrio Tembore), con una desestructurada cámara e interesantes planos, que a su vez, sigue a ambientalistas y a vecinos confrontados discutiendo con vehemencia, cada uno con sus justificados motivos, el testimonio de un granjero quien sufrió la pérdida de sus animales, y como no podían faltar, los políticos que ignoran la situación. Se destacan en dirección de fotografía, Matteo Vieille y Víctor Cruz, mitigando con suaves y poéticos planos de bellos paisajes del campo abierto y de la enormidad del cielo, con la intención de transmitir esperanza y trazando un paralelismo con nuestras vidas y pensamientos tan contaminados. Por otra parte, el contraste con la fábrica Ilva, supuestamente, la que iba a ser la mayor planta siderúrgica de Tembore, ilustrativos videos de archivo a color de protestas de trabajadores, testimonios desgarradores de obreros y lugareños, con fotografías, muchas de ellas, muy sensibles y crudas escenas que denotan la impotencia con la que deben lidiar debido a la contaminación. También como material de archivo, un video de 1960, que nos muestra como nada cambió, solo continuó empeorando, además de cuáles eran las ilusiones de los que esperaban con ansias la apertura de la fábrica para obtener un mejor porvenir económico. Mientras que en sonido, la música es original de Francisco Seoane, quien realizó un impecable trabajo acompañando el relato. Cabe destacar, un prolijo montaje de Marcos Pastor, Víctor Cruz. "Vida y muerte juntas, somos personas y no cosas, que prefieren morir de cáncer y no de hambre, niños muertos antes de nacer, no poder descansar en paz ni cuando estás muerto. Monstruosas y contaminantes son las personas que proceden bajo la protección de empresas movilizadas por adueñarse del "vil metal". Estamos cada vez más alejados del aire libre, suelos y cursos de agua agonizan debido a nuestra codicia. Es urgente prestar atención y tomar conciencia, es nuestro deber como seres humanos. Lo único que nos queda es revelarnos en contra de nuestra cosificación, por parte de los grandes conglomerados de poder, insaciables y sin escrúpulos, con un profundo desprecio por la vida. El mensaje es contundente y nos involucra a todos."
“Taranto” de Víctor Cruz. Crítica. Ernesto Bay Joulia 17 marzo, 2021 0 166 Narrado de manera observacional, el documental de Víctor Cruz muestra las consecuencias de la contaminación en la zona de Taranto. El film se estrena en el Bafici 2021 en la Competencia Oficial Argentina. La acería más grande de Europa ubicada en la ciudad Italiana de Taranto, a causa de la contaminación que afecta la salud de los habitantes de la zona, divide a los ciudadanos entre aquellos que denuncian el desastre sanitario ambiental y los que temen perder una fuente gigante de empleos. Con la duración de una hora el director Víctor Cruz muestra las consecuencias ambientales que ha afectado a los ciudadanos en materia de salud y afectando de manera ambiental la industria agrícola de la zona. Sin la necesidad de generar golpes bajos, el documental le da voz a las víctimas de la codicia empresarial y de la dirigencia política de turno que sólo quieren una solución a un problema que viene desde tiempo. Narrado de manera observacional, utilizando la cámara en mano y los primeros planos, el director busca generar un efecto más real para que el espectador se sienta parte de la población y viva los problemas que atraviesa la misma desde hace años, sin aburrir en ningún momento. Uno creería que queda mucho por contar, pero en una hora el conflicto que parece dividir a los ciudadanos dejará satisfecho al espectador.
Dirigida por el documentalista Víctor Cruz (¡Que vivas 100 años!) el filme Taranto, en referencia a la ciudad mediterránea del sur de Italia, testimonia y denuncia la contaminación ambiental que provoca la acería ILVA, resultando no sólo un desastre ecológico, sino sobre todo sanitario y social que ya ha causado una larga lista de víctimas. Al conseguir el cierre parcial de la fábrica los habitantes confrontan a los trabajadores, la mayor parte de ellos golondrinas, por el cierre definitivo de una fuente de trabajo, pero al mismo tiempo, una fuente de contaminación que sólo ha generado muerte y destrucción. EL MONSTRUO DE TARANTO Un polvo negro se esparce sobre los techos y el suelo cubriendo incluso las lápidas del cementerio de la ciudad de Taranto. Estas partículas de polvo mineral, nos explica un vecino, vienen de ILVA, la fábrica de acero, cuyas chimeneas humeantes no han dejado de emitir gases tóxicos durante más de sesenta años. El barrio de Tamburi, en el que viven unas 18.000 personas ha sufrido los peores embates de la contaminación. El polvo mineral lo cubre todo. Y ha logrado meterse dentro de los hogares de los habitantes del lugar. El suelo está contaminado, el viento esparce el polvo de mineral por todo el barrio, pero el agua también ha sufrido el envenenamiento con derrames de una sustancia oleosa y alquitranada que fue alojándose en el fondo del mar. La fauna marina, y en especial, los mejillones, han sido contaminados por la dioxina, y sin embargo los siguen vendiendo en puestos callejeros y restaurantes. Otro vecino del barrio de Tamburi nos lleva a una casa de departamentos vacía, en la que todos y cada uno de los vecinos que vivían allí hace unos pocos años, algunos amigos entrañables, han muerto de tumores cancerígenos, incluso niños que han sufrido de asma, tumores y leucemia. Un agricultor, dueño de tierras y ganado, nos cuenta que sus ovejas mueren envenenadas, que su suelo no sirve para el pastoreo, y que por eso mismo ha decidido plantar cannabis, para de algún modo hacer algo alternativo y para no tener que abandonar el lugar en el que nació. Afirma que “cuando uno se reinventa empieza a dar miedo”. La situación se ha tornado tan desesperante para los pobladores y trabajadores de la ciudad, que ambos bandos se debaten entre dos consignas tortuosas, dos infiernos con distintas caras, hambre o cáncer. Más allá de este interminable debate, trabajo y enfermedad o desocupación y hambre, el punto más relevante a destacar es que trabajo y salud deberían ir de la mano, ambos son derechos del trabajador que deben ser garantizados, así lo indica la constitución italiana. Pareciera no haber otra alternativa que la apertura definitiva de la planta, empujada por la codicia empresarial y la complicidad de las autoridades estatales y de los funcionarios públicos que conforman un entramado de corrupción. Luego de sobornar a los funcionarios para mantener la fábrica siderúrgica con sus puertas abiertas y funcionando a toda máquina, ellos se desentienden de la necesidad de cumplir con las normativas de seguridad e higiene ambiental. Lo mismo ocurre con la implementación de una serie de medidas sanitarias y ecológicas prometidas pero nunca puestas en práctica, a través de las nuevas tecnología de saneamiento podrían disminuir el impacto de la contaminación. Uno de los vecinos recuerda que en los años 45 y 50 la gente venía de todas partes a respirar aire puro y a bañarse en sus aguas transparentes. Taranto era un lugar privilegiado para el turismo. Hoy, el progreso, la industria y las consecuencias nefastas de sus emisiones tóxicas y sus residuos venenosos han convertido aquel lugar paradisíaco en un páramo desolado y desierto. Los niños no pueden jugar en los jardines, y cuando sopla el viento norte que esparce el polvillo´, los habitantes deben permanecer puertas adentro. El documental pone al descubierto, a través de las voces de los testigos de la catástrofe, la lenta y silenciosa masacre llevada a cabo por el monstruo, así le llaman a la fábrica, y por la codicia de los empresarios que privilegian la ganancia y el capital a la preservación y el cuidado de la vida humana.
Taranto era un tesoro escondido de Italia, un lugar privilegiado para el turismo, una ciudad que nació como un acto de amor y que hoy es un veneno para sus habitantes.