Redescubriendo la libertad
Luego de la reciente vuelta de la democracia en Chile, en 1990 Sofía, Clara y Lucas, unos jóvenes adolescentes, tienen sus primeras experiencias amorosas y atraviesan los miedos que estas conllevan. La historia se despliega en una comunidad aislada lejos de los peligros de la ciudad durante las preparaciones para la fiesta de año nuevo.
La historia de Tarde para morir joven está basada en recuerdos autobiográficos de la infancia y adolescencia de la directora chilena, que creció en una comunidad ecológica alternativa. Se muestra la vida de Sofía, de 16 años, recién mudada a este pueblo, donde se encuentra con una nueva libertad y una vida con menos preocupaciones.
Las actuaciones de los adolescentes se destacan, resultan naturales y cautivan la atención del espectador. Los adolescentes nos hacen emocionar con sus historias a través de situaciones mínimas. Las historias y actuaciones de los personajes más jóvenes contrastan con la de los adultos, que podrían tener un poco mas de desarrollo y dinamismo.
La trama es fluida, y aunque la película es un poco larga, lo sensorial nos seduce y hace la película muy disfrutable. Tiene planos filmados en la oscuridad casi impecables, que logran expresar a través de siluetas más de lo que esperamos. La iluminación y los paisajes le dan el tono melancólico que atraviesa toda la película. El aspecto sensorial supera ampliamente al narrativo, hace que nos traslademos al pasado pero no nos cuenta una historia demasiado diferente a las “coming-of-age” de los últimos años.
Tarde para morir joven busca reconectarnos con nuestro adolescente interior y la intensidad que eso significa, cuando el futuro es confuso e incierto. La banda sonora compuesta por música de los años 80 nos hace trasladarnos hacia un pasado y transmitirnos un sentimiento nostálgico.