Al fin una divertidísima comedia
Tiene el formato de una comedia de enredos, con puertas que se abren al asombro, vertiginosa acción, diálogos filosos y enredos imparables. Todo le suma más confusión a los amores enredados de una docena de personajes pintorescos. Un director de teatro llega a Nueva York para estrenar una obra. Y ahí comenzará todo. Su mujer, que es actriz, el autor de la pieza, una prosti de lujo, un detective, un juez, una terapeuta le agregan nuevas aristas a una comedia de ritmo imparable, que no tiene cabos sueltos, estupendamente actuada, chispeante, que no necesita de las tonterías de gran parte de la comedia de hoy (escatología, sexo, mal gusto, personajes locos, situaciones forzadas) para atrapar y divertir con los viejos y buenos recursos que hicieron grande al género. Sin duda, el regreso de Peter Bogdanovich (“La última película”, “Luna de papel”, “una cosa llamada amor”) hay que celebrarlo. La comedia elegante hace tiempo que venía cuesta abajo. Aquí la historia está bien armada y cada personaje vale: el juez insaciable, el director que seduce con chiste prestado, la pícara escort que se convertirá en una gran actriz, la terapeuta desorbitada. Hasta la aparición en la escena final de Tarantino subraya el tono de homenaje al cine que dibuja Bogdanovich: no solo porque recuerda a Lubitsch, Hawks y Woody Allen (hasta nos muestra al final de dónde “robó” dos o tres réplicas), sino porque recupera ese clima de burbuja, ingenio y alegría que hicieron grande a la comedia.