Cine retro
Bogdanovich intenta revivir un cine popular que no existe desde hace más de cincuenta años. El director utiliza las películas clásicas como objetos de veneración, como una forma de recordar cierta frescura propia o la ingenuidad de otra época.Terapia en Broadway recicla los lugares más transitados del vodevil heterosexual mediante una visión amablemente satírica de un showbusiness idealizado. La película es un festival de malentendidos entre undirector de teatro, su esposa, amantes, pretendientes y otros secundarios. Una comedia de enredos coral en la que la sobreacumulación de elementos burlescos, personajes, historias, piñas y cachetazos no alcanza para disimular un cine agotado.
Terapia de grupo
La presencia en los créditos de Noah Baumbach y Wes Anderson como productores justifica el entusiasmo y la disponibilidad de los protagonistas: un seleccionado de jóvenes estrellas que encarnan a figuras tan viejas como el cine. Actores contemporáneos que recrean el imaginario del cine clásico con una cita literal a Cluny Brown de Lubitsch como mantra y una entrevista televisiva como precario hilo conductor. Bogdanovich esboza siluetas que nunca se convierten en verdaderos personajes. Owen Wilson parece apropiarse de los tiempos para dilatarlos a su voluntad, en especial durante una larga y tediosa escena de llamados telefónicos. La película ofrece planteos interesantes que se quedan a mitad de camino, como la relación entre el director y el dramaturgo, o la posibilidad de cambiar la vida mediante el artificio del espectáculo. La felicidad que transmite por momentos está más ligada a los diálogos que a la puesta en escena. Los planos están organizados alrededor de una lógica repetitiva de idas y vueltas. Un juego sistemático con las puertas que, en lugar de dejar un espacio para la incertidumbre, se cierran sobre los que dejan de hablar. Finalmente, Terapia en Broadway funciona como una frustrante tesis sobre la imposibilidad del retorno a los “viejos buenos tiempos”.