“En el parque, algunas personas disfrutan dándole de comer nueces a las ardillas. Pero si lo que te hace feliz es darle ardillas a las nueces, ¿quién soy yo para juzgarte?”
Más o menos esa es la traducción del “mantra” que Arnold Albertson (Owen Wilson) utiliza para encantar a las damas de compañía con las que pasa diferentes noches a espaldas de su esposa, jactándose de cambiarles la vida con una frase que ni siquiera es de su autoría. Isabella Patterson (Imogen Poots) es quien dará testimonio de este hecho frente a su terapeuta, contando en primera persona sus andanzas en ese oficio que la llevó a enredarse con curiosos personajes. Y es que su sueño de convertirse en actriz se hará realidad luego de pasar una noche con Arnold; recibe 30 mil dólares por prometerle a él que ya no trabajará como “call girl” (prostituta, si somos menos sutiles).
Así, la joven belleza llega a la audición para una nueva obra de teatro en Broadway. El director de esa obra es nada más y nada menos que Arnold, la otra protagonista su esposa Delta (Kathryn Hahn). El protagonista y estrella del momento es Seth (Rhys Ifans), un viejo amigo que no deja de coquetear con Delta y mencionar “aquellos viejos tiempos”. El productor quedará obnubilado con el desempeño de Isabella, y no tendrá mejor idea que invitarla a cenar en la primera noche de ensayo, ignorando que su actual pareja Jane (Jennifer Aniston) es, en ese entonces, no sólo la psicóloga de su improvisada cita, sino también la de un juez ya anciano que está obsesionado con la figura de Glo, perdón, de Isabella. Este juez contrata a un detective privado para que la siga, quien resulta ser el padre de Joshua (Will Forte) – sí, el novio de Jane -, ¿me explico?
Como verán, no es nada sencillo hablar de esta comedia de encuentros y desencuentros, confusiones, malentendidos… Sin caer en un laberinto de personajes curiosos que por puro azar terminan relacionándose en una ciudad tan grande como lo es Nueva York. Como siempre, la Gran Manzana es testigo de infinidad de historias interesantes, pero un film como Terapia en Broadway (She’s funny that way, 2014) merece la pena ser visto. Peter Bogdanovich, su guionista y director, hace fluir todo con tanta sutileza que divierte muchísimo y hace que el espectador no sienta disgusto hacia ninguno de sus personajes. La simpatía de cada uno de ellos los hace dignos del perdón. Justamente, ese “quién soy yo para juzgar” es la base de la obra.
No cabe duda de que cuando la vean estarán esperando con mucha ansia la escena en que la locura coincida en un mismo lugar, y cuando llegue el momento, sabrán que es una exquisitez, como aquellas viejas comedias en las que se apelaba a la torpeza inteligente. Es más, en mi caso particular me quedé con ganas de seguir viendo interactuar a estos geniales intérpretes, pero lo que hay está muy bien y alcanza para disfrutar, en especial Imogen Poots que genera una hermosa conexión desde su interior y hacia afuera; ahí donde nos ubicamos los que la estamos viendo y escuchando.
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La experiencia de Bogdanovich en este campo de historias que se cruzan es indiscutible, además de su afinado tacto para la comedia: “¿Qué pasa doctor?” (1972), “Luna de papel” (1973), “Detrás del telón” (1992)… Entre otras.
Así que ya sabés, no vayas a terapia, andá a ver esta película. Bah, no, tampoco es para tanto, pero ¡la risa es terapéutica! “Squirrels to the nuts”, mi amiguito del parque, squirrels to the nuts.