Terapia en Broadway

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Feliz homenaje a una comedia clásica

El regreso a la dirección de Peter Bogdanovich, después de 15 años, lo encuentra en la mejor forma. La película recrea un universo cinematográfico en desuso con un sólido trabajo de sus intérpretes. Para salir del cine con una sonrisa.

Con títulos extraordinarios como La última película, ¿Qué pasa doctor?, Luna de papel y Texasville, trabajos críticos ineludibles sobre los realizadores Orson Welles, Alfred Hitchcock, Fritz Lang, Howard Hawks y John Ford, sin obviar su nada desdeñable carrera como actor, Peter Bogdanovich se convirtió en una de las figuras míticas de la generación que en los setenta renovó el cine estadounidense y que ahora, quince años después de El maullido del gato, su último film (que tuvo su paso por el Festival de Mar del Plata) y con 76 enérgicos años, regresa en plena forma con Terapia en Broadway, una comedia cinéfila hasta la médula en donde rinde homenaje al viejo Hollywood.
El título original podría traducirse como Es encantadora a su manera, y de quien se trata es de Isabella Patterson (deslumbrante Imogen Poots), objeto de deseo de casi todo el nutrido elenco masculino de una película que en sí, es un homenaje a la era dorada de la comedia física, de enredos, las screwball comedies de Howard Hawks, Preston Sturges y claro, Ernst Lubitsch.
Isabella es una neoyorquina que sueña con ser actriz mientras trabaja como prostituta para mantenerse y ayudar económicamente a sus intensos padres -Cybill Shepherd y Richard Lewis, dos de las numerosas glorias que aparecen en pantalla-, hasta que le presta sus servicios a Arnold Albertson (Owen Wilson), un director teatral enamorado de las prostitutas a las que ayuda a salir de su condición para que se labren otro destino.
Circunscribiéndose a las precisas reglas del género, este encuentro da paso a la concreción del deseo de la chica y a un inimaginable caos que sin pausa se desarrolla en la pantalla, en una puesta que mantiene las riendas firmes mientras se suceden romances, infidelidades, vueltas de tuerca, llamadas que se hacen y se reciben en el momento más inoportuno, puertas que se abren y cierran a un ritmo frenético, decepciones amorosas, equívocos y mentiras, en una serie de situaciones que pulverizan el cinismo y que proyectan la ilusión de un mundo mejor, más amable, que llega en oleadas de ritmo y felicidad al espectador.
La comedia, naif y en estado de gracia que recrea un universo cinematográfico en desuso, se apoya en un sólido trabajo con los intérpretes que ofrecen lo mejor de su oficio para estar a la altura de esta relectura del clasicismo hollywoodense. En ese sentido, estrellas como Owen Wilson, Jennifer Aniston y el veterano Austin Pendleton apelan a un costado poco transitado en sus carreras y transmiten la alegría de estar allí y no en otra producción adocenada, porque son parte de una película, sentimental y deliciosamente leve. Feliz.