Crónicas del saqueo Luego de El camino de Santiago (2018), el director y flamante Ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer regresa al cine con otro documental urgente, Tierra arrasada (2019), con el foco puesto en la destrucción social, económica e institucional provocada por las políticas neoliberales impartidas por el ex presidente Mauricio Macri y el grupo de CEOs que gobernó el país entre 2015 y 2019. Tierra arrasada es un retrato político de época regido por cierta urgencia que resume en apenas 120 minutos los cuatros años de gobierno macrista. En sus títulos iniciales una leyenda lo presenta como una producción de Sucesos Argentinos tomando el nombre del legendario noticiero cinematográfico. Ese nombre no funciona solo como un homenaje, sino que la forma elegida por Bauer para poner en escena el “desastre” es muy similar a la que durante décadas se podía ver antes del inicio de cada película. La voz en off de Dario Grandinetti relata, como en aquel viejo noticiero, cada uno de los ítems que hicieron que el gobierno saliente aumentara los niveles de pobreza, desocupación, inflación…y la lista podría continuar eternamente Bauer estructura el documental en dos segmentos bien claros: el de la destrucción y el del renacimiento. Uno enfocado en una política de vaciamiento con la complicidad del poder judicial y los medios de comunicación, y otro en la esperanza, a partir de la unificación del peronismo. Mientras que por un lado muestran despidos, crisis económica, tarifazos, represión…por el otro vemos como a partir de la unión se da batalla para que un gobierno nacional y popular vuelva a tomar las riendas de un país gobernando para todos y no para unos pocos. Es en este eje donde Bauer elije un retrato desde lo épico, que por momentos hace recordar al cine de Leonardo Favio y esa megaobra llamada Perón, sinfonía de un sentimiento (1999). Los dos protagonistas excluyentes para graficar los dos sistemas de país son Mauricio Macri, el del ocaso, la persecución y el cinismo, y Cristina Fernández de Kirchner, la reconstructora. Bauer, que contó para la elaboración del guion con Omar Quiroga y Luis Bruchstein, más del asesoramiento en materia económica de Alfredo Zaiat, recurre a material de archivo pero en su mayoría apela a un registro inédito de imágenes y testimonios de momentos estratégicos ocurridos durante los últimos cuatro años con grandes planos generales realizados con drones y escenas que emocionan y otras que enfurecen ante lo impotencia . En este sentido se destaca el trabajo del DF Manuel Fernández Ceballo quien logra captar lo esencial aun cuando podría pasar desapercibido.. Más allá de una clara intencionalidad ideológica, Tierra arrasada documenta y justifica cada uno de los datos que muestra, incluso algunos ya quedan viejos como el caso de la pobreza que hoy supera el 40% y el documental habla del dato conocido con anterioridad. Tanto por lo que se dice y por como se lo muestra Tierra arrasada no hace otra cosa que mostrar una realidad que está a la vuelta de cualquier esquina y eso lo convierte en un material tan necesario como imprescindible para no olvidarse de como el neoliberalismo arrasó con el país.
"Tierra arrasada": golpe a golpe El nuevo documental del director de "El camino de Santiago" enumera las iniquidades del gobierno macrista pero señala también la visión estratégica de Cristina. Dar testimonio en tiempos difíciles. Sobre ese imperativo categórico de Rodolfo Walsh fue que Tristán Bauer estrenó, en pleno gobierno macrista, El camino de Santiago. Y también en tiempos difíciles el cineasta --ahora flamante ministro de Cultura del nuevo gobierno-- fue concibiendo Tierra arrasada, su nuevo, potente documental de urgencia, que él mismo ha definido como “un retrato de estos cuatro años” de destrucción neoliberal en la Argentina. Ya desde su mismo título queda claro que el film parte de una fuerte toma de posición política. No se trata de una película que se pretenda objetiva. Tampoco de una que trabaje con sutilezas. Si la táctica militar de tierra arrasada que aplicó la administración Macri sobre todas las políticas públicas fue brutal, también lo es la película de Bauer con esa gestión, a la que desnuda en todas sus prácticas destructivas. Su principal herramienta de trabajo es el impiadoso archivo: el periodístico, por supuesto, en una época en la que todo queda registrado; pero también el archivo personal, en la medida en que Bauer nunca dejó de filmar en todos estos años y se mantuvo siempre muy cerca de quien es una figura central de su película: Cristina Fernández de Kirchner. Tierra arrasada comienza con un 2019 de agobio y miseria y se pregunta cómo se llegó a semejante desolación. Y desanda el almanaque como quien presiona la tecla de retroceso rápido y se encuentra con las primeras medidas del gobierno asumido el 10 de diciembre de 2015. Una a una, la película de Bauer va exponiendo de qué modo las mentiras de campaña –“la revolución de la alegría”, “la pobreza cero”—, propaladas por el candidato Macri y potenciadas por un nutrido elenco de estrellas y partiquinos mediáticos, van dejando lugar de manera vertiginosa a medidas que van en dirección proporcionalmente inversa a la de sus promesas. Como recurso narrativo, la solemne voz en off de Darío Grandinetti, que va desgranando datos y cifras abrumadoras, quizás sea precisa en su enumeración y didáctica en su exposición. Pero sin duda es menos eficiente que la concatenación de iniquidades que trajina la pantalla cuando salta de los dichos del ex ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat-Gay ante inversionistas de Nueva York (“El trabajo sucio está casi terminado”) a la excitación frívola de Susana Giménez (“¡Presidente Mau!”); de las palabras soeces del economista adicto Miguel Angel Broda (“¿Se va a ganar guita? Síiii se va a ganar guita…”) al clamor punitorio de Mirtha Legrand, Jorge Lanata y Luis Majul con la presidente saliente (“Hay que meterla presa”). Aunque Tierra arrasada se ocupa de destacar el papel que jugó en todos estos años la resistencia popular, que la película sintetiza básicamente en la lucha de los trabajadores docentes y estatales, los más atacados por el gobierno macrista, Bauer sin embargo fija un eje que recorre de principio a fin toda la película: Cristina. No se detiene tanto en la demonización mediática y en la persecución judicial, que por supuesto están consignadas, sino más bien en algunos momentos clave, que la muestran no sólo como la gran oradora que es sino más bien en su carácter de estratega y visionaria política. Cuando Cristina se despide de la plaza el 9 de diciembre de 2015 y le recuerda a cada uno de los que están allí que son dueños de su destino y lo deben hacer valer. En abril de 2016, en su primera citación a indagatoria en Comodoro Py, cuando ante una multitud que desafía la lluvia ya entonces anuncia la necesidad de un “frente ciudadano”. En junio de 2017, en el estadio de Arsenal, cuando lanza el proyecto de Unidad Ciudadana. Y en mayo de 2019 cuando proclama a Alberto Fernández como candidato a presidente del Frente de Todos. Hay una línea recta allí, que desemboca en la recuperación y el triunfo de hoy, que Bauer se ocupa muy especialmente de señalar. En la columna del debe de Tierra arrasada debe señalarse que el impacto del movimiento feminista, crucial en su transversalidad política y en su enfrentamiento con la cultura patriarcal del macrismo, está sorprendentemente ausente. Es un vacío muy notorio en una película en cuyos créditos –director, guionistas, técnicos-- solamente se leen nombres masculinos. Los movimientos sociales también pueden reclamar por su ausencia en Tierra arrasada, considerando que junto con algunos gremios (como Cetera y Ate, que sí están debidamente señalados) también fueron esenciales en sostener la resistencia al modelo neoliberal. Esas omisiones en todo caso pueden sentirse reparadas en parte por el registro del trabajo silencioso y cotidiano de ese ejército de mujeres del conurbano que se pusieron al hombro los merenderos familiares, cada vez más concurridos ante la expansión del hambre y la miseria. En un plano formal, la edición por momentos se vuelve demasiado apresurada y trepidante, impidiendo la participación activa del espectador desde un espacio de reflexión, que en un film de esta índole se necesita, y mucho. Lo mismo sucede con la música, que tiende a subrayar incluso aquellos momentos que piden silencio, porque tienen su propia, genuina emoción. Un rostro transido, una multitud abigarrada, una bandera al viento se valen por sí solos y no siempre la película, arrastrada por su propia urgencia, se detiene a darles todo el valor que tienen por sí mismos.
La última película de Tristán Bauer, que cuenta la historia de lo ocurrido desde la asunción del gobierno de Cambiemos, todo el análisis de lo ocurrido, las posibles razones de la victoria en la urnas, las promesas de campaña y luego los datos de la realidad transcurridos cuatro años de gobierno. Con el guión de Omar Quiroga y Luis Bruschtein, es un film de potentes imágenes hecho desde lo político e ideológico, como un film militante, partidario, que juzga desde la óptica peronista y progresista lo que un modelo liberal dejó como herencia, con cifras, datos y documentaciones. Parte desde el momento del fracaso en las urnas del peronismo, luego de un período constitucional, hasta todo el desarrollo del gobierno macrista.
Documental tradicional que repasa con estructura cuasi televisiva la gestión del gobierno de Mauricio Macri, sus daños colaterales y consecuencias. Bauer se esconde detrás de la sucesión de imágenes, y en ese corrimiento hay una ausencia de una mirada específica sobre el objeto que analiza más allá de la estructura panfletaria que se descubre.
Para no volver a caer en los mismos errores. Crítica de “Tierra Arrasada” de Tristán Bauer Previo a su asunción como Ministro de Cultura, el cineasta y político Tristán Bauer nos trae un documento donde nos muestra las consecuencias de las políticas implementadas por el gobierno de Mauricio Macri. Durante estos últimos cuatro años fuimos testigos de una devastación cultural y económica de la Argentina. Promesas como que la sociedad iba a estar “un poco mejor cada día” y “no vas a perder nada de lo que tenés” más otras grandes mentiras hicieron que el electorado se vuelque mayoritariamente a elegir al partido Juntos por el Cambio para manejar el poder ejecutivo nacional. Pero no solo de esas promesas se nutrió la campaña política del partido, también se apoyó en un minucioso trabajo propagandístico y de encubrimiento de los grandes medios hegemónicos, con operaciones de prensa a dirigentes opositores incluidas. El documental hace un repaso de estos cuatro años desde el preciso momento en que la actual vicepresidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner da el discurso de despedida como presidenta el 10 de diciembre de 2015. De esta manera vemos cómo Mauricio Macri llega a hacerse cargo de la presidencia de la Nación. La primera media hora de la película se vuelca a reflejar y denunciar este sistema de manipulación atroz que se llevó a cabo, apoyados por la compañía privada Cambridge Analytica (encargada de analizar y filtrar datos de los usuarios para manipular la opinión pública) y que les permitió llegar al poder. El documental hace un repaso con una mirada crítica de ese primer año, mostrando también quienes eran cada uno de los ministros nombrados y a qué sector del empresariado privado pertenecían cada uno, lo que anunciaba un evidente conflictos de intereses, ya que cada uno de ellos guardaba relación con su actividad empresarial y el área gubernamental asignada para manejar, el caso Aranguren es un claro ejemplo. Presentado los protagonistas, la película comenzará a reflejar cada como impactó en la sociedad las medidas llevadas a cabo, sobre todo en las clases más vulnerables. Dolarizacion de las tarifas, políticas de ajustes en áreas muy sensibles, como en salud y educación, despidos de empleados y persecución ideológica a personal estatal. Todo ese combo provocó un sinfín de protestas y movilizaciones que los grandes medios pasaron por alto, esta película lo muestra y hace visible la realidad que otros taparon. Paralelo a toda esa situación política, también vemos cómo la figura de la ex presidenta Cristina Kirchner era perseguida judicialmente, al igual que lo fueron otros líderes políticos latinoamericanos, con causas que rozaban lo absurdo (el caso de los cuadernos de Centeno es uno) pero que potenciaba su imagen y la iba haciendo más fuerte. Las voces de los más afectados por las políticas de este gobierno también están presentes en la película. Pequeñas y medianas empresas, gente de comedores escolares, docentes y familiares de víctimas del Ara San Juan prestan testimonio que dan cuenta del nefasto manejo del poder ejecutivo saliente, pero también del blindaje mediático que gozaron durante todo este tiempo. Pero no solo el gobierno nacional es el apuntado en las críticas del documental, también se refleja la desidia de las políticas de ajuste llevadas a cabo por el gobierno de María Eugenia Vidal a nivel provincial. Desinversiones en infraestructura escolar que tuvieron consecuencias trágicas provocando la muerte de dos trabajadores de la educación en una escuela de Moreno por la explosión de una garrafa en el año 2018. La irrupción del temido FMI con sus políticas de ajuste es otro de los protagonistas del film. Las negociaciones, los discursos del presidente, tratando de convencer que era el camino correcto y que todo sería distinto a otras veces que el organismo internacional fue llamado a intervenir. Pero no, la política era la misma, ajuste más aumento de tarifas y, tras cartón, todo ese dinero ingresado se fugó en la bicicleta financiera impulsada por el gobierno. “Tierra Arrasada” refleja las consecuencias y hace un repaso crítico sobre el paso del gobierno de Macri y sus secuaces en Argentina. Resume de manera eficiente la destrucción de la matriz productiva, el desprecio por los organismos de derechos humanos y la soberanía argentina. El documental sirve como ayuda memoria para lo que fueron estos cuatro tristes años, algunos podrán catalogar de propagandístico pero nadie podrá negar a la hora de analizar cada una de las críticas que vierte sobre la gestión anterior y su impacto en la sociedad. Puntaje: 80/100.
ESTO NO ES UNA PELÍCULA Es difícil escribir sobre Tierra arrasada. No porque el director sea el actual ministro de cultura de la Nación. Quiero pensar que vivimos en un país en el que criticar el trabajo de un funcionario no genera ninguna consecuencia negativa para el que lo hace. Me refiero a lo que propone Bauer como director, al carácter particular de Tierra arrasada como artefacto documental. Me cuesta verla como una película. Cada uno puede pensar lo que quiera acerca de qué es cine y qué no lo es. La impresión que yo tengo frente a Tierra arrasada es la de estar viendo un largo video institucional autocelebratorio y no una obra cinematográfica. ¿A quién se dirige el mensaje? Obviamente, no pretende gustar ni interesar a los que se oponen ideológicamente a Cristina Kirchner. Pero ni siquiera incluye como posible espectador a los independientes o los moderados. El burdo maniqueísmo del montaje trabaja sin matices ni sutilezas; amontona elogios para un lado y burlas para el otro, y deja sin ningún tipo de herramientas al espectador crítico que quisiera formarse su propia opinión. Es una película hecha para convocar y agradar a propios, un relato para convencidos. Se podría sostener que propone un punto de vista ideológico y político claro y que eso no sería un problema, porque nunca esconde sus simpatías y es honesta en su mirada sobre los hechos. También podría decirse que ninguna película es para todo el espectro de espectadores posible, por lo que no debería ser algo criticable que se dirija solo a simpatizantes kirchneristas. Todo eso puede ser cierto, pero yo creo que el cine debería servir para mucho más que acariciar dócilmente los lomos de los que piensan como uno. Y si estamos hablando de cine político, se hace más evidente la falta de un discurso más complejo, sin tantas certezas, sin nada para descubrir en el camino. Siento que más que una película, Tierra arrasada es un largo spot publicitario. Además, el contexto en el que se estrena, sumado a su carácter militante, marca sus limitaciones, no solo como obra cinematográfica sino sobre todo como herramienta de propaganda política. Las películas de Cine de la Base y Cine Liberación también fueron pensadas como obras de denuncia y militancia, como cine puesto al servicio de una acción y posición políticas determinadas. Sin detenernos en los aspectos estéticos (Solanas y Gleyzer eran cineastas mucho más interesantes que Bauer), la eficacia de aquellas películas era mayor porque se pensaron como obras de resistencia en un contexto político concreto. No tengo ninguna simpatía por las propuestas políticas que subyacen en, por ejemplo, La hora de los hornos o en Ni olvido ni perdón, pero hay que reconocerles que fueron eficaces, al menos para generar aliados y hacer circular ideas incluso más allá de la Argentina. Tierra arrasada se estrena en la misma semana en que asume el nuevo gobierno. No es una película hecha desde la resistencia sino desde el poder. Por esto y por muchas otras cosas, no es cine político; es cine oficial. Pero hagamos el esfuerzo de hablar de cine. Si lo que rige la estructura general de Tierra arrasada es la lógica del panfleto institucional, la construcción interna de la escenas simula la de un clip publicitario. Esto no sería necesariamente malo y no es mi intención una crítica conservadora, que repudie formas audiovisuales alternativas al lenguaje documental más ortodoxo. Pero en este caso en particular, la forma elegida (que remite claramente a la del clip publicitario) va en contra de los objetivos que la propia película busca. Esto sucede en parte porque Bauer y sus colaboradores no parecieran manejar con suficiente destreza la lógica del clip. Se hace evidente el esfuerzo por buscar un lenguaje joven y supuestamente moderno, pero de una manera artificial y forzada, lo que no hace otra cosa que subrayar que es una película que ya nació vieja y gastada. Pero sobre todo se trata de una decisión equivocada porque le impide construir escenas en las que el aspecto espacial y temporal se manifieste. Ya en el prólogo, en el discurso de Cristina Kirchner en 2015, se manifiesta esa incapacidad. Bauer no logra crear relaciones espaciales entre la líder y sus seguidores. No logra articular ni siquiera el mecanismo básico de plano y contraplano, para generar correspondencias entre las miradas. Solo acumula planos, en los que la dirección de miradas no tienen ninguna importancia. Lejos de la intención de desarrollar un lenguaje moderno y descontracturado, lo que se manifiesta es impericia y descuido. Lo mismo sucede, potenciado por las posibilidades dramáticas desaprovechadas, en el acto en Comodoro Py. No hay conexión entre la oradora y su público. La elección de los planos es arbitraria y caprichosa y ni siquiera se genera la ilusión de que las imágenes de los militantes escuchando son simultáneas al discurso. Estas mismas falencias formales atraviesan toda la película. Por ejemplo, Bauer no logra dar cuenta en ningún momento de la intimidad de sus protagonistas, aún cuando se ofrecen evidencias de haber tenido un acceso privilegiado a sus personajes. Por ejemplo, hay unos breves planos del momento en que Cristina y Kicillof parecen enterarse de los resultados de la elección que los ha hecho triunfadores, pero la película se desentiende enseguida. Todo el tiempo es así: muestra un poquito y se va. Tierra arrasada es una película sin escenas. El montaje no está para representar una idea de tiempo transcurrido o dar cuenta de la lógica de un espacio y su potencial dramático; solo trabaja a partir de la acumulación apresurada y desprolija, sin dar tiempo a generar conceptos elaborados o dar cuenta de situaciones que revelen lo real. Apenas logra plantear slogans, ideas fuerza que se enuncian con vigor pero no se desarrollan ni se complejizan. De nada ayuda el tono grave de la voz de Grandinetti, ni la música incidental berreta, usada solo con el fin de rellenar baches e intentar generar una emoción que las imágenes no producen. Bauer abusa también de la cámara lenta y las imágenes grabadas desde drones, que generan una espectacularidad subrayada y deshumanizada. En un momento, la película pretende burlarse de Esteban Bullrich, al incluir una declaración suya durante la campaña del 2017. El ex ministro de educación de Cambiemos señala que hay que ocuparse de las profesiones nuevas: “Por ejemplo, faltan pilotos de dron en la provincia.”, dice. Es curioso, porque a pesar de que Bauer parece burlarse de Bullrich, lo cierto es que en su película los drones están presentes todo el tiempo. La idea de la película es acumular, subrayar, marcar, repetir. Bauer se esfuerza por decir lo mismo todo el tiempo, aunque los temas que se atraviesan sean numerosos y variados. En Tierra arrasada el énfasis es la evidencia de la mentira. La película manipula datos a su conveniencia, sabiendo que muchos no son ciertos. Su convicción ideológica simplificada hasta el extremo le impide ser sincera. Cuando presenta al primer gabinete de Macri da a entender que Prat Gay es gerente de J P Morgan, cuando la realidad es que había dejado de trabajar ahí 14 años antes. Cuando critica (con razón) el nombramiento por decreto de los jueces de la Corte Suprema, se cuida de no decir que el gobierno de Macri rápidamente revisó esa decisión. Más adelante se refiere al enfrentamiento en una marcha entre la policía y los gremios de la educación, y denuncia una fuerte represión. Sin embargo, en las imágenes no se ve ni violencia ni agresiones por parte de la policía. No digo que no las haya habido. Lo que quiero decir es que a Bauer no le interesa que las imágenes refrenden su discurso; cree que alcanza con el énfasis de su denuncia. En otro momento muestra el intento de detención a Hebe de Bonafini, sugiriendo que fue por una persecución del gobierno debido a su militancia en derechos humanos, sin decir que que se la está acusando por delitos que nada tienen que ver con eso. También incluye una entrevista a Macri, en la que el ex presidente dice que no sabe si fueron 9.000 o 30.000 los desaparecidos, que es una discusión en la que prefiere no entrar. La película presenta esta declaración como algo gravísimo, cuando se trata de una frase prudente y razonable. Luego, Grandinetti remarca: “Para Macri, los derechos humanos eran un curro”. Es mentira; Macri nunca dijo eso. En el mismo sentido se va dando cuenta de los cuatro años del gobierno de Cambiemos, acomodando los hechos a su conveniencia, sin profundizar en la complejidad de la trama política. La voz de Grandinetti declama: “el elenco completo de Cambiemos se embarcó en una cruzada para combatir la idea de justicia social como política de Estado” o “en el segundo año del mandato de Mauricio Macri, su plan económico y su política de ajuste social se ensañan con las clases populares”. Así es toda la película: un rejunte de opiniones extremas presentadas como verdades absolutas. Aún cuando la realidad la desmienta. Respecto a los casos de Santiago Maldonado y el hundimiento del ARA San Juan sostiene que hubo un blindaje mediático, cuando todos sabemos que fueron dos hechos que estuvieron en las tapas de los diarios durante semanas enteras. La desaparición del submarino parece interesarle especialmente a Bauer, porque se detiene ahí un poco más de lo que hace frente a otros temas. Hay un testimonio doloroso del padre de uno de los tripulantes y se hace foco en la desinversión como posible causa de la tragedia. Pero no va mucho más allá de eso, no profundiza en la denuncia, tal vez porque eso lo obligaría a investigar la responsabilidad de funcionarios no solo del gobierno de Macri sino del anterior. En la segunda mitad de la película se agiganta la figura de Cristina como estratega de la resistencia y la recuperación del poder. En ese sentido habría que reconocerle al guion cierta habilidad para construir un relato coherente del camino recorrido por la actual vice presidenta desde diciembre de 2015 hasta diciembre del 2019. Es una construcción manipulada, pero se sostiene narrativamente y propone un arco dramático sólido, generando la ilusión de que cada paso y decisión política fueron escalas de una estrategia elaborada y perfecta. El momento donde esa solidez tambalea es precisamente donde su carrera política tambaleó en la realidad. Es decir: en su derrota en las elecciones legislativas de 2017 contra Esteban Bullrich. El guion, sin embargo, presenta esta derrota como el primer paso de una construcción hacia el futuro. Bauer, sagazmente, incluye una parte del discurso luego de conocidos los resultados finales, en la que Cristina dice que Unidad Ciudadana es la base para empezar un camino que los va a llevar finalmente al triunfo. Visto en retrospectiva, parece un indicio de su lucidez política. Es un pequeño triunfo de la película, aún cuando sabemos que los políticos dicen muchas cosas que luego no se refrendan en la realidad. Menos feliz es la idea de que el triunfo de Cambiemos en la Provincia de Buenos Aires se debió a dos factores: la cobertura favorable de los medios hacia las figuras de Vidal y Bullrich, y el retraso en dar a conocer los resultados de las PASO. Esa noche de 13 de agosto de 2017 el escrutinio provisorio y parcial daba como ganador a Bullrich por un par de puntos de diferencia. El resultado final terminó siendo un triunfo para Cristina por apenas 20 centésimas. La película sostiene que la manipulación de los datos para generar la sensación en la opinión pública de un aparente triunfo de Bullrich fue lo que condicionó el resultado de la elección definitiva. Sostener eso es tratar al votante como un estúpido. Para terminar, una breve reflexión. Hace tiempo que varios reclamamos la necesidad de un cine político en la Argentina que se haga cargo del presente de una forma crítica. Las redes sociales y los medios nos abruman con contenidos políticos y no está mal que así sea. Pero el cine tiene la posibilidad de ofrecer miradas sobre la realidad más ambiguas, más fieles a la complejidad de los hechos, más verdaderas. Seguiremos esperando.
Una semana antes de ser nombrado Ministro de cultura, Tristán Bauer estrenó la película Tierra arrasada, lo hizo frente a un público del futuro gobierno y con la presencia de la vicepresidenta electa y estrella del documental en cuestión. La película se estrenó en la misma semana en la que asumieron las nuevas autoridades del poder ejecutivo. Con esta pequeña introducción alcanza y sobra para establecer qué clase de documental es Tierra arrasada y cuáles son las intenciones del firmante como director de la misma. Queda tan expuesta la falta de ética de todo el asunto que basta con mostrar estos hechos para dejar en claro que lo que llamamos cine es otra cosa. Y lo que llamamos cine documental queda todavía más lejos de este título de propaganda con nulo valor cinematográfico. El cine político es aquel que pone la política como centro de su relato. En Argentina ha existido el cine político casi desde el comienzo y ha pasado por diferentes etapas fuertemente marcadas por los vaivenes propios que ha tenido el país. Un film político puede responder a cualquier ideología y cuando esta se establece sin el más mínimo plan de objetividad el resultado es un film panfletario de los cuales hay muchos en Argentina y en el mundo. Pero aun siendo panfletarios, la historia del cine ha dado grandes títulos que tenían su aporte cinematográfico y mostraban el pensamiento de un grupo y una época. Muy diferente es el caso del cine de propaganda. Este cine es panfletario pero está hecho bajo el absoluto amparo del poder de turno. Es una clase de cine que se humilla como tal al arrastrarse para defender al poder de turno, sin matices ni el más mínimo atisbo de honestidad intelectual. El cine de propaganda puede tener algunos valores cinematográficos en lo formal, pero no vale nada en lo que a contenido de refiere. No tiene riesgo, no tiene honestidad, no tiene coraje alguno. Tierra arrasada es un estudiado y aun así desprolijo y alborotado panfleto de propaganda hecho con el único fin de glorificar a una sola persona: la actual vicepresidente de La Nación, Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner. No es un film para festejar un movimiento, ni un grupo de personas, ni una idea del mundo, ni tampoco un partido político. Es un acto sin precedentes que solo busca tener la aprobación de una sola espectadora. Como si fuera un film realizador por Max von Mayerling para el deleite de Norma Desmond. Pero claro, Norma Desmond estaba encerrada en su mansión y el destino de un país no pasaba por sus manos. Es curioso como Tierra arrasada subraya –según la mirada del director- la condición de personaje secundario y sin importancia del actual presidente de La Nación, Alberto Fernández, quien aquí aparece poco y nada, demostrando entre otras cosas que el documental fue terminado después de las elecciones presidenciales. Ya quedó claro uno de los propósitos del film y si fuera solo eso, sería una locura absurda sin importancia. De hecho muy pocos espectadores la vieron, porque el productor del film (Jorge Topo Devoto) no pudo hacer un estreno faraónico y sospechoso como el que tuvo Néstor Kirchner: la película, el otro panfleto ridículo del kirchnerismo, filmado dos veces y cuya premier fue en el Luna Park, algo que ningún film en toda la historia de Argentina tuvo antes. La otra agenda de Tierra arrasada está en su título. La idea es decir que durante los cuatro años del gobierno de Mauricio Macri el país fue destruido al nivel de hablar de una tierra arrasada. Hay miles de pruebas de que esto no fue así, más allá de los problemas económicos que ese gobierno tuvo. Ayudado por estadísticas falsas que siempre usó el kirchnerismo y escondiendo absolutamente todos los defectos de los doce años que gobernaron, la película tuerce, manipula, exagera y a veces directamente miente. Pero así son los panfletos, claro, no se puede esperar otra cosa. No le hubiera costado a un director con un mínimo de talento y otro mínimo de honestidad establecer los motivos por los cuales un gobierno le parece malo y el otro bueno, pero eso es pedir realmente demasiado, tanto en lo formal como en lo moral, al film Tierra arrasada. No olvidarse que este mismo autor filmó El camino de Santiago, donde mostraba todos sus odios políticos y, con la improbable participación de la hija de Cristina Fernández de Kirchner en el rol de coguionista del mismo, quería instalar una idea ambigua sobre la muerte de Santiago Maldonado que perjudicara al gobierno de Macri sin importarle en lo más mínimo la verdad. Curioso que en Tierra arrasada el caso Maldonado pase a toda velocidad, porque profundizar en eso sería admitir las faltas de su película anterior. Ambos films tienen algo en común, la voz en off del actor Dario Grandinetti. Impostada, forzada, tratando de estúpidos a los espectadores, con una dicción solemne que al escucharla nos hace pensar en la frase que le dedicaba Luis Brandoni al propio Grandinetti en Esperando la carroza. Ustedes la recuerdan bien. El recorrido de aburridas y mal filmadas dos horas incluye de todo. Desde mentir sobre el traspaso de mando hasta enojarse por los animales en los billetes argentinos. Queriendo establecer que la derrota en las elecciones a senador que sufrió CFK fue por una complicidad entre el gobierno y los medios. Apuntando los cañones con fuerza contra el periodismo y algunos miembros del gobierno de Mauricio Macri. Pegándole duro a cualquier juez que falló contra el kirchnerismo y, una vez más, armando el discurso de CFK en forma de desordenado, falso, fascistoide e inepto relato. Bueno, son características propias del famoso relato después de todo. Una lista negra hecha película parece por momentos. Y lo más tragicómico es que intenta instalar la idea de la resistencia. ¿Qué resistencia pretende instalar al hablar de cuatro años de un gobierno democrático con total libertad de expresión y elecciones en tiempo y forma? Esta ridiculez es posiblemente la más ofensiva. Cuando piensa en cineastas políticos de otra épocas de la Argentina, que filmaron en la clandestinidad, que fueron verdaderamente perseguidos e incluso asesinados, toda esta idea de resistencia del funcionario público, burócrata del kirchnerismo antes y ahora, es un falta de respeto a la memoria de los directores políticos argentinos. No hay nada de valentía en Tierra arrasada, como tampoco hay nada de cine. Es un institucional de consumo interno para ser exhibido puertas adentro, solo para fanáticos y miembros del grupo al que pertenece. El público ni se enteró de su existencia y esa es la prueba de lo irrelevante que es. Un caro regalo de bienvenida para la vicepresidente y su núcleo duro. Tal vez, el tiempo dirá, un inquietante presagio de épocas oscuras de la Argentina vivirá a partir de diciembre del 2019, tanto para el cine como para la vida de todos los argentinos.