Nuevamente arribó a la pantalla, mediante animación computarizada Tinker Bell, que tuviera su origen como compañera de Peter Pan. Ella era quien proveía al muchacho que no quería crecer el polvillo que le permitía volar.
Pero la bella, curiosa y diminuta hada es la segunda vez que protagoniza una historia propia, lejos de la “Tierra del Nunca Jamás”. Ahora vive en un pequeñísimo campamento habitado sólo por hadas y duendes a quienes los humanos no pueden ver. Si nos atenemos a la mitología sajona ellos no tienen corporeidad y por eso no pueden ser visualizados, pero Hollywood se toma sus licencias en ese aspecto y hace que estos seres deban ocultarse todo el tiempo para no ser vistos por los descendientes del homo sapiens.
Pero la curiosidad de Tink, cariñoso diminutivo con que la llaman sus congéneres, hace que se introduzca en la casa de la pequeña Lizzy, a la que su padre, muy ocupado, hace vivir una existencia casi solitaria. Tink, no toma los recaudos pertinentes y la niña la verá. Esto provocará que el hada Vidia, que mira desde afuera, malinterprete la situación y busque ayuda en el campamento donde se formará un cómico ejército de Delfos y hadas par a rescatar a la curiosa y traviesa Tinker Bell.
Dentro de una historia lineal y con situaciones previsibles, los pequeños espectadores se ven deslumbrados por el colorido de los dibujos y se ríen divertidos durante algunas escenas, aunque es dable destacar que las carcajadas las provocan los parlamentos que ganaron en comicidad al ser traducidos al español neutro.
Es difícil determinar a qué franja de edad está destinada esta realización, sus situaciones tienen desenlaces esperables y deseados por los niños pero su mensaje es un poco elaborado. Se puede concluir en que esta obra cinematográfica animada será disfrutada en la parte visual y sobre todo la musical por los niños entre los tres y seis años y los espectadores un poco más grande recibirán el mensaje de la trama principal que desarrolla varios temas paralelos tales como el valor de la amistad, la reparación por provocar resultados no queridos, la recuperación del diálogo en una familia y el valor de priorizar la entrega de amor a todos nuestros semejantes.