Dulce, tierno y…sexy
En fin, voy por puntos. Mientras escribo esto asimilo que: a) Los chicos no leen crítica de cine, b) los padres de los chicos rara vez lo hacen, aunque en caso de hacerlo no es a priori, sino a posteriori. Por esta razón uno se cuestiona al lector al que dirigir esta crítica y de qué manera hacerla, por lo tanto asumiré que es a “quién le interese”. La película forma parte de una de las operaciones de marketing más lucrativas de Disney, aunque esto no indica necesariamente una falta de calidad en lo que se ofrece. Sí, obviamente, carece de audacia y el tono conservador se extiende a una realización mecánica donde cada engranaje está calculado para determinado target. Pero eso no quita un relato honesto y bien llevado, con personajes simpáticos y moralejas que no avasallan la historia que se cuenta. Incluso se permite cargar con cierta sensualidad que se advierte desde Peter Pan en el diseño, pero que aquí se ve explotada con la multietnicidad y la corrección política de Disney, ya que hay hadas de un físico escultural de todas las razas. En verdad, es difícil no imaginar lo que haría un dibujante erótico con semejante material.
Pero yendo a la cuestión central del asunto, Campanita, no, ejem, Tink (por alguna razón, ya no hay traducción de su nombre) tiene en esta aventura un encuentro con humanos que le perjudica a raíz de su curiosidad, dejándola encerrada con una niña que ama a las hadas y vive junto a su padre que es el arquetipo de un positivista de comienzos de siglo XX: “ver para creer”, “comprobar científicamente” y catalogar con un diario de campo, son algunas de las banderas que flamea en su estudio lleno de libros y mariposas disecadas. Surge entonces un enfrentamiento entre la creencia de la niña que ve a Tink, y su padre que cree que su hija esta delirando. Mientras tanto, las otras hadas salen en su búsqueda bajo una lluvia torrencial, donde corren todo tipo de peligros y finalmente la rescatan. Hay un happy ending con varias concesiones de por medio, particularmente en la relación padre-hija donde el término “creer” se vuelca hacia una aceptación algo idílica de lo extraordinario, que vulnera el desarrollo de los personajes en el desenlace.
El film, hecho íntegramente con tecnología digital a pesar de su base en las dos dimensiones, está cargado de melancolía en el personaje de Lizzy. La soledad del personaje en un entorno casi bucólico explota la faceta imaginativa de alguien aburrido en una casa en el medio de la nada. Como todo niño, nosotros como espectadores tendremos los mismos prejuicios que su padre, ya que es el contexto ideal para que haga “amigos imaginarios” y desarrolle la fantasía (en este caso, las hadas) para no sentirse sola. Aún si se tratará de un diagnostico chato de psicología o una intuición algo básica, la película nos da un fuerte contraste respecto a su padre, creando una dinámica que aparece forzada sobre el final. La pregunta sería: ¿Ven los chicos espectadores esto? A lo cual creo que la respuesta más interesante sería plantear que no los subestimemos y, en segunda instancia, que aún si no lo pueden poner en estos términos lo perciben.
Visualmente estamos ante un film donde abunda el color pero en las expresiones quizá el digital le da una textura demasiado plástica a los personajes, con lo cual nos resultara extraña alguna expresión aunque por lo general el resultado es casi perfecto, con fondos donde la paleta cromática resulta hipnótica y con piernas modeladas con una apabullante perfección. Como dije, el director Bradley Raymond se encarga de cerrar casi todos los puntos claves del guión eliminando cualquier posibilidad de ambigüedad, dando la impresión de que el film funciona demasiado mecánicamente por momentos. Por ejemplo: al comienzo de la película Tink estudia el mecanismo de un coche y sobre el final vemos que esto tiene una utilidad, también vemos que un hada pinta erróneamente a una mariposa y este detalle se repite adquiriendo un nuevo significado durante el desarrollo, también vemos que Vidia –una de las amigas de Tink- tiene una actitud de mala leche que se le termina volviendo en contra, disparando la subtrama de búsqueda de las otras hadas. Esta relación tan cerrada, marcada y evidente indica porque el marketing está en este caso antes que el cine: no hay un riesgo demasiado evidente y sabemos cómo reaccionarán nuestros personajes sin tener que ejercitarnos demasiado. No hay sorpresas, de alguna manera todo esta digerido para que los chicos sigan consumiendo la alegre figura de Tink en carpetas, cartucheras y libros, sin demasiados grises de por medio.
A pesar de esto, la riqueza visual y el desarrollo logran que Tinker Bell- hadas al rescate sea un cuentito agradable sin demasiado que agregar. Sin ser memorable probablemente otorgue algunos momentos de magia que entusiasmen dentro de su previsibilidad, gracias a una serie de hadas encantadoras que, porque no, también son sensuales.