Entretenimiento vacío y a toda velocidad con Brad Pitt
David Leitch, el realizador de "Atómica" (Atomic Blonde, 2017) y "Deadpool 2" (2018), dirige una comedia de acción ni tan intensa como la primera ni tan graciosa como la segunda.
Tren bala (Bullet Train, 2022), vacua, violenta y entretenida, es una película que marcha a toda velocidad pero se queda a medio camino de convertirse en algo tan memorable como su premisa promete.
La trama sube a Brad Pitt, un maletín lleno de dinero y media docena de coloridos asesinos a bordo de un tren bala rumbo a Kioto. La idea es que todos intentan matarse mientras el maletín, MacGuffin por excelencia, pasa de manos. Pero hay más cháchara que acción y no es particularmente buena. Los parlamentos pretenden inspirarse en Guy Ritchie, alimentando a sus personajes con soliloquios excéntricos y diálogos de banalidad cómica, pero carecen de encanto o ingenio. Es el tipo de diálogo que suele explicar cosas que los personajes ya saben o ya deberían saber, y cada vez que lo acompaña un flashback se siente como una parada abrupta e indeseada.
Brad Pitt interpreta a un asesino famoso por su mala suerte y con ganas de retirarse, citando constantemente aforismos de auto-superación. Es simple pero conflictivo y una buena base para el humor: debe pelear aunque no quiera y sobrevivir a su propia mala suerte, a la usanza de Jackie Chan. El otro gran personaje que tranquilamente podría haberlo apadrinado es el Jack Burton (Kurt Russell) de Rescate en el barrio chino (Big Trouble in Little China, 1986): un prepotente intruso en el sitio y momento incorrectos que resulta el foco de la historia sin convertirse del todo en su protagonista.
El actor es excelente en el papel y eleva el material. El problema es el contraste entre los demás personajes y entre la locura abordo y la mundanidad del exterior. El contraste es nulo en ambos casos. Casi todos los personajes poseen alias ridículos, acentos absurdos, pasados extraordinarios y están relacionados de la forma más rebuscada e improbable posible. El mundo fuera del tren parece tan violento e inestable como el de adentro. No hay conflicto per se en que un puñado de asesinos intente matarse por motivos execrables y con objetivos frívolos. Fuera de Pitt, automáticamente carismático, ningún otro actor consolida un personaje fuerte o querible.
Hay una sobrecargada lógica de caricatura que saca alguna que otra risa al principio pero termina descarrilando todo intento de tensión o dramatismo cuando la película los necesita, ya que todo parece posible y nada importa.
No por coincidencia los momentos más cómicos involucran personas “reales”, ya sea porque sus reacciones son graciosas (por inesperadas pero reconocibles) o porque su presencia obliga a la película a jugar bajo algún tipo de regla. Así da simultáneamente con la mejor secuencia de acción, en la que dos asesinos deben pelear a muerte desde el confort de sus asientos pero en silencio e intentando no llamar la atención de una pasajera que les chista constantemente.
Dado que el resto de la película no posee semejante disciplina, nada vuelve a sentirse tan osado o riesgoso. Sus mejores momentos pueden ser entretenidos; a menudo los actores parecen estar divirtiéndose más que su audiencia, exagerando la única característica que el guión les ha asignado y disfrutando cada momento de ridiculez como si fuera el último.