Uno de los eventos cinematográficos del año acaba de arribar a las salas: Bullet Train. Dirigida por David Leitch (Deadpool 2) y protagonizada por Brad Pitt, este thriller de acción presenta a Ladybug, un asesino que ha atravesado situaciones que se han salido de control y que -para contrarrestar su mala suerte- decide comenzar a trabajar de forma pacífica. Su última misión parece muy sencilla, pero el destino le tiene preparado un sinfín de enredos con los adversarios más peligrosos. ¿El conflicto? El escenario no es más que un tren bala que recorre la modernidad de Japón.
Al examinar su argumento, lo cierto es que la trama no tiene demasiada profundidad y no es conveniente indagar mucho más allá de lo que vemos en pantalla. Sin embargo, su elevado presupuesto, su gran reparto y sus secuencias de acción sin fisuras, dan como resultado una película entretenida donde la diversión está garantizada.
Los misterios y las aparentes casualidades le otorgan al film, que se extiende por más de dos horas, un buen ritmo que no decae en ningún momento. La clave para conseguirlo es, sin lugar a dudas, su humor exquisito que ofrece escenas tan bizarras como hilarantes. Y es que, si bien algunos gags pueden volverse algo repetitivos, la comedia está a la par de la acción en esta cinta con claras influencias de Quentin Tarantino.
Vale destacar su continuidad, así como también su banda sonora. Pero sobre todo, el reparto principal en el que se luce un Brad Pitt más que versátil y una dupla encabezada por Aaron Taylor-Johnson y Brian Tyree Henry, quienes consiguen robarse todas las miradas gracias a una química que trasciende la pantalla. Completan el reparto con sus actuaciones Joey King, Andrew Koji, Hiroyuki Sanada, Michael Shannon y Bad Bunny. Se trata, entonces, de una propuesta a toda velocidad y con cameos sorprendentes que vale la pena disfrutar en el cine.