¿Buena o mala suerte? Por Denise Pieniazek
Se recibe con regocijo el largometraje Tren Bala (Bullet Train, 2022) dirigido por David Leitch –realizador de Atomic Blonde (2017), Deadpool 2 (2018) y productor de la saga de John Wick (2014)– puesto que es lo que llamaríamos un peliculón: entretenido, cómico e ingenioso. El filme es una transposición de la novela MariaBeetle (2010) del japonés Koraro Isaka, en la cual varios sicarios se encuentran sorpresivamente en un tren bala que parte desde Tokio, percatándose una vez que arranca el tren, que sus encargos individuales están entrelazados. La pregunta es ¿quién logrará cumplir su cometido y salir vivo del tren?
La película protagonizada por Brad Pitt, a quien se lo percibe cómodo y convincente en el personaje de “Ladybug” (“vaquita de San Antonio”, un insecto que popularmente se dice trae buen augurio), éste es irónicamente su apodo encubierto, puesto que está convencido de tener mala suerte. Desde el comienzo se expresa que “Ladybug” atraviesa hace tiempo una crisis existencial o ética, en la que intenta resolver los encargos laborales evitando toda clase de violencia, hasta eludiendo en lo posible las armas de fuego. Su misión es tomar una valija que se encuentra en el tren y bajar en la primera estación. Sin embargo, esto se verá dificultado por los otros pasajeros del tren que poseen encargos paralelos. En dicho sentido, la obra realiza una acertada presentación de los personajes, entre los que se destaca una llamativa dupla de “hermanos” compuesta por los actores Aaron Taylor-Johnson y Brian Tyree Henry, que funciona como el comic relief del relato y será un componente fundamental en el esquema actancial. Al igual que la joven “Prince” (Joey King) quien con su apariencia inocente pretende despistar a los demás de su verdadero carácter letal, y quien en contraposición al protagonista, posee buena suerte. También aparecerán otros criminales secundarios, pero lo fundamental a la trama es que todo es dirigido a distancia por “La muerte blanca” (White Dead), el gran villano de la diégesis, cuyo pasado la narración se encarga de dosificar paulatinamente y su rostro se mantiene oculto hasta ser develado recién al final del relato.
Puede pensarse que Tren Bala posee relaciones intertextuales con la poética del cine japonés, con la estética de realizadores como Robert Rodriguez y Quentin Tarantino (sobre todo Kill Bill), quien también reformuló varios elementos del cine oriental de los ´70 en su obra. En consecuencia, la película es en resultado un híbrido entre la industria norteamericana de acción y comedia, y el cine japonés. Así como también la ficción oscila entre el destino y la buena o mala suerte. Puesto que puede notarse la presencia de una especie de “deus ex machina” una entidad o fuerza mayor que se presenta inesperadamente y proporciona una solución artificial a una dificultad, el karma o la alternancia y relatividad de poseer buena o mala fortuna. En adición, es evidente que Tren Bala juega con la metadiscursividad y conciencia de las normas del género. Lo cual puede ejemplificarse con las comparaciones que realiza el personaje de Brian Tyree Henry entre los extraños del tren y la serie animada del trencito Thomas the Tank Engine and Friends (1984) que termina por exponer el funcionamiento del esquema actancial.
También hay que reconocer en la producción en cuestión el excelente trabajo de dirección de David Leitch y de la montajista Elisabet Ronaldsdottir que logran otorgarle gran dinamismo y agilidad a la historia que resulta entretenida en todo momento, sobre todo considerando que todo transcurre en los vagones del tren, donde los personajes están “encerrados” en un mismo espacio. En dicho sentido, es pertinente recordar el aporte de películas como Strangers on a Train (1951) y Murder on the Orient Express (1974), igualmente ambientadas en un tren y con el crimen como eje argumental. Un claro ejemplo de ello es el manejo del “suspense” con la tensión que se genera con una serpiente venenosa suelta entre los vagones del tren, con la cual sabemos que algo sucederá, pero no sabemos cuándo, ni a quién. A diferencia de Kill Bill: Vol.2 (2004) donde la Black Mamba actúa según la sorpresa, no mediante el suspense. Asimismo, los flashbacks si bien interrumpen la acción, no le quita dinamismo a la narración, sino que resultan pertinentes. Por último, a pesar de mantener características del género cinematográfico al que pertenece, el guión logra sorprender según avanza la intriga hasta en la resolución mediante sus ingeniosas vueltas de tuerca o con sus divertidos cameos. En conclusión, Tren Bala es -en el mejor de los sentidos- una gran pieza de “cine shampoo”, con un gran equilibrio de acción y comicidad que dejará más que satisfecho al público amante de este tipo de películas.