Según Alfred Hitchcock, el concepto de MacGuffin se refiere a “un rodeo, un truco, una complicidad, lo que se llama un gimmick” (una trampa). El maestro del suspenso decía, además, que el mejor MacGuffin es el más vacío, el más inexistente, el más irrisorio.
Algo de esto hay en Tren bala, la nueva película de David Leitch (Atómica, Deadpool 2), protagonizada por Brad Pitt, ya que tiene un MacGuffin insustancial que lleva a unos asesinos a sueldo a tomar el tren bala que viaja de Tokio a Morioka para dar rienda suelta a un continuum de peleas cada vez más violentas.
Si bien algunos de los personajes que suben al tren tienen motivos personales para hacerlo, el MacGuffin de la valija con dinero es lo que lleva a Catarina (Brad Pitt) a subir al tren en el que se enfrenta con unos personajes que van de un novio vengativo, interpretado por Bad Bunny, a unos gemelos que no se parecen en nada.
Sin embargo, aquí empiezan los problemas, ya que el director no solo no escatima información de los personajes (algo que atenta contra la pureza del MacGuffin), sino que también les dedica flashbacks que subrayan sus motivos. En un momento, hasta le dedica un flashback al recorrido de una botella de agua, algo completamente innecesario porque ya entendimos qué pasa con esa botella.
El personaje de Brad Pitt se la pasa pidiendo disculpas cada vez que mata a alguien, lo cual le quita el encanto que tiene que tener una película de acción. Al actor se lo ve en piloto automático, casi como si estuviera haciendo el papel por cuestiones estrictamente económicas, sin divertirse. Y la participación de Bad Bunny es apenas un detalle decorativo, una inclusión oportunista.
Leitch apuesta por una cáscara vacía, que no tiene prácticamente nada que se destaque, hundiéndose en largos diálogos sin chispa de personajes desprovistos de carisma. La película es un tren que no conduce a ninguna parte y que descarrila por culpa de una superficialidad anodina, casi tonta.
Tren bala pretende ser cool y cómica, pero sus chistes no hacen gracia. Y lo peor es que se da cuenta de que sus chistes no hacen gracia y se queda a vivir en ellos por largos minutos, repitiéndolos hasta el hartazgo. La recurrencia a los cameos sorpresa es otro de los tantos manotazos de ahogado de la película. Y así se la pasa durante dos horas, en un tren que se ve quieto, como si le costara arrancar.
Leitch filma muy poco el tren en movimiento (que debería ser el protagonista), y cuando lo filma, lo hace con CGI o cuando llega a alguna estación, nunca en otro momento. Lo que quiere hacer el director es convertir a su película en un gran MacGuffin entretenido, pero no entretiene (salvo por un par de gags). A la película le falta pulso trepidante y generar la adrenalina y el suspenso que pretende alcanzar, y le falta aprovechar a esos personajes que podrían haber logrado un mejor resultado.
Tren bala intenta abordar el tema del destino sin lograr que el destino de sus personajes importe. Quiere ser superficial y entretenida, pero es superficial en el sentido que está desprovista de escenas que enganchen al espectador. Aquí la acción se reduce a un atolondramiento de sangre innecesaria que no impresiona a nadie ni aporta nada, y a diálogos interminables e insulsos.