Yuyo Noé, uno de los protagonistas del filme y padre del cineasta Gaspar Noé, describe el acto creador: “Yo no sé lo que voy a hacer hasta que lo estoy haciendo”. En esa frase podríamos resumir la idea de la deriva creativa. Aunque veamos el producto terminado, podemos entrever las huellas de ese modo de trabajo en este último (y póstumo) documental de Pino Solanas.
El experimentado cineasta entrevistó a dos de sus amigos artistas, el ya nombrado Yuyo y Tato Pavlovsky para hablar de los procesos de trabajo, de la historia, del paso del tiempo y de la vida en general. Pero él no es sólo el entrevistador, sino que forma parte de un tríptico en donde busca que tres artes dialoguen: cine, teatro y pintura. Como si supiera que era su último documental, parece estar dejando un legado para los hijos de ellos tres y para las generaciones futuras, un testamento.
Hay en todo el relato una mirada enfocada en el pasado, incluso al darle voz a los jóvenes. En ese viaje retrospectivo es donde aparecen las imágenes más jugosas del filme, especialmente los detrás de cámara de varias películas de Solanas: El viaje, Sur, La nube, Tangos: el exilio de Gardel. Allí lo vemos a sus anchas desplegando su talento. Se habla mucho del arte y el compromiso político, del exilio, de una época muy particular de la Argentina y del mundo. Sin embargo, y a pesar de que Pino ha seguido activo durante todos estos años, deja poco para pensar en el futuro. Lo melancólico termina comiéndose cualquier expectativa ulterior. Esto queda subrayado por esos últimos momentos filmados de Tato Pavlovsky en donde ya no había esperanza de recuperación y una fuerte amargura se apodera de la pantalla. Para todos, incluso para sus hijos, lo mejor parece haber pasado ya y el filme vive y se alimenta de ese recuerdo. En este sentido, la obra parece una ofrenda, un álbum de fotos en movimiento que Pino quiso regalarle a sus amigos y sus familias.
El exilio, quizás el germen de esa melancolía y tema recurrente en sus filmes se materializa haciendo que el relato tenga un pie en Argentina y un pie en París, como si en ninguno de ellos hubiera cicatrizado esa herida. Esto, sumado a los rasgos políticos de las obras de los tres artistas parece declamar que se crea como se vive, no puede haber contradicción.
Así como en la arena política Pino volvió en sus últimos años a las fuentes del peronismo luego de sus aventuras tanto con políticos de izquierda como de derecha, este filme también es una vuelta a las raíces, como si, consciente de su pronta finitud, hubiera querido hacer las paces con todo y con todos para, finalmente, descansar en paz.