Una pesadilla que se nutre de elementos de la cultura judaica sin alterar el tono parsimonioso y digresivo de esta nueva propuesta de los hermanos Coen, que seguramente no llegue a quedar como una de las favoritas en la recta final de los Oscars. Austera desde el punto de vista narrativo, la historia planteada, en una estructura episódica que intencionalmente no se resuelve, se impregna de ese principio de incertidumbre que tortura durante todo el metraje a su protagonista: un hombre que busca respuestas y no las encuentra. Simple y enigmática como toda película de los directores de Fargo, quienes una vez más vuelven a acertar en la elección del casting; en el tono despojado de lo solemne pero con ciertas dosis de melancolía y humor negro para ganarse a un público un poco más reacio a un cine menos convencional...